… Y en Salamanca también estuvo San Vicente Ferrer
VIAJE A SALAMANCA Y ARRIBES DEL DUERO
14 al 21 de marzo de 2022
Para aquellos que se dejaron deslumbrar por la belleza de Salamanca y, vuelven una y otra vez, tratando de desentrañar más ocultos tesoros.

¡Qué hermosa ciudad! Todo aquí respira la grandeza de una edad gloriosa e ilustre. ¿No os dicen nada estas torres, esos gigantes que alzan sus manos hacia el cielo, esas dos catedrales, una anciana de rodillas, arrugada, agazapada contra el suelo al arrimo de su hijo; la otra flamante, en pie, inmensa, lozana, respirando vida en su robusta mole? Benito Pérez Galdos
PRIMERA PARTE.
Se dice que Zamora no se ganó en una hora, ni Salamanca, por mucho que se esfuercen los turistas, se puede conocer en un día. Cuando se anunció este viaje algunos de los viajeros, se asombraron que nos alojáramos cinco días en Salamanca (más dos más en Zamora para recorrer los arribes del Duero) y aun así, estoy seguro que al terminar el viaje más de uno diría que hubieran necesitado algún día más. Hubo quien era la tercera vez que venía a Salamanca, y siempre en cada encuentro con la ciudad charra, diría, descubría algo nuevo.
El viaje se inició el 14 de marzo tomando un AVE tempranero, mientras Valencia, con lluvia, se preparaba para las fallas. Madrid nos recibió con lluvia, aunque, claro, lo primero, bajo el techado de la grandísima estación de Atocha-Grandes (de la misma manera que a la estación de Chamartín se le ha añadido Campoamor, en honor de Clara Campoamor, a Atocha se le ha incorporado Grandes en recuerdo de Almudena Grandes) fue poder ir de adelante a atrás, de arriba abajo por el laberinto (con una mala indicación de sus destinos) que es toda ella, en busca de nuestra salida para coger el autobús que nos esperaba para llevarnos por tierras castellano-leonesas. Cuando al fin encontramos, después de vueltas y revueltas, la puerta de salida, que tras pasar un tramo donde el riego seguía cayendo sobre nosotros, pudimos montar en el bus que nos esperaba. Distribución, por orden de inscripción, de asientos y salida hacía el primer lugar de nuestra ruta Peñaranda de Bracamonte. Un trayecto de unas dos horas donde la lluvia, fuera, seguía y seguía. Entre neblina y lluvia no pudimos distinguir desde la autovía las murallas de Ávila, una parte de las cuales quiso volar (y luego reconstruir) el productor y director norteamericano Stanley Kramer para el rodaje de la mediocre Orgullo y pasión, una historia durante la guerra contra los franceses con, eso sí, un trío excelente de protagonistas Cary Grant, Sophia Loren y Frank Sinatra.

Primer día: Comienzo con tostón. Dos impresionantes iglesias en dos pueblos cercanos a Peñaranda de Bracamonte. Con Almudena como guía. Hablando de la Plaza y don Miguel. El hotel Las Claras. Un paseo nocturno muy agradable: la muralla, casa Lys, barrio judío, los Albarca, la mole jesuítica, la calle del ataúd y Espronceda.
Cada día, siempre que cogemos un autobús para trasladarnos a algún sitio, solemos coger un personaje (artista, intelectual, de interés), que nos servirá de guía durante todos los días. En este caso (ya que en viajes anteriores a la ciudad ha sido el elegido don Miguel) y ya que hemos llegado a la estación Atocha-Almudena Grades, hemos decidido centrarnos en pensamientos de la escritora, recientemente fallecida Almudena Grandes, por sus libros, su compromiso social, y, también por el desdén con el que ha sido tratada en su muerte tanto por la Presidenta como por el Alcalde de la villa madrileña. Si no hubiera sido Almudena, por las causas que decimos, bien podríamos habernos centrado en Santa Teresa, con mucha relación con las tierras salmantinas, donde incluso está enterrada, con Torrente Ballester, que fue catedrático de instituto durante años en Salamanca o con la escritora Carmen Martín Gaite, nacida en Salamanca. Pero la inclusión de Almudena tenía un cierto carácter reivindicativo.

Iniciamos el viaje, y nuestro primer destino, fue Peñaranda de Bracamonte, donde nos esperaba la primera comida del viaje y, claro, para empezar, nada mejor que un maravilloso tostón, nombre con el que en tierras salmantinas se denomina al cochinillo. Peñaranda de Bracamonte es junto a Segovia y Arévalo, el lugar donde mejor cochinillo se come en tierras castellano, leonesas. Una comida estupenda (algunos forofos del arroz con leche, pudieron hacerse, además, con uno excelente –típico también de esta zona- como postre) para coger fuerza para visitar las dos primeras iglesias de nuestro recorrido. Impresionantes y desconocidas del turismo e incluso de muchos salmantinos. La iglesia de Macotera, una villa que perteneció a la casa de Alba (no hay que olvidar que el señorío de los Albas nace en una población salmantina, Alba de Tormes, en cuyo convento carmelita se encuentra enterrada Santa Teresa de Jesús), está hecha un pincel por lo limpia y cuidada que se encuentra. Santa María del Castillo, así se llama la iglesia, impresiona ya desde su entrada, plateresca, su techo mudéjar y lo más importante la parte del coro realizada toda en madera, esculìda, y que se atribuye a Berruguete.
Ha dejado ya de llover cuando llegamos a Santiago de la Puebla, a unos 6 kilómetros de Macotera. Como su nombre, y el de su iglesia, indican está dedicada a Santiago porque por aquí pasa uno de los innumerables caminos santiagueses. Monumental iglesia imposible entender exista en este pueblo que actualmente no supera los 300 habitantes censados. 400 personas, se nos cuenta, murieron durante su construcción, lo que nos lleva a pensar de las cientos y cientos que murieron en la construcción de las grandes iglesias y catedrales góticas y renacentistas. En su puerta e interiores figuras que citan, como es natural a Santiago. Un retablo en el que trabajaron nada menos que Berruguete o Diego de Siloe. Para algunos historiadores sería considerara la tercera catedral de Salamanca. Impone por su altura, sus columnas, su trazo. ¿De dónde se sacaría dinero, en una España empobrecida, para construir estos impresionantes monumentos?

Después de estas dos visitas nos dirigimos a la Capital situada a unos 45 kilómetros. Llegando, a lo lejos, como las naves desplegadas de un barco, se vislumbran las impresionantes alturas de las torres de sus magnos monumentos: Catedral nueva, San Esteban, Clerecía… La ciudad con una Plaza, conocida en la ciudad como tal, como si no hubiera más que ella en la ciudad) y donde cuando se habla de don Miguel, cómo si sólo hubiera o exista alguien con ese nombre, se hace referencia a Miguel de Unamuno, aunque nacido en Bilbao, amó intensamente, como resuena en sus poesías, a la ciudad charra, donde moriría el último día de diciembre de 1936.
Un magnífico hotel de cuatro estrellas al costado de San Esteban (también conocido como Los Dominicos), nos espera. Hotel, construido en 2002, como otros varios, el año que Salamanca fue capital cultural Europea. Hotel que se construyó sobre el jardín de las Monjas Clarisas, de igual forma sobre el huerto de los Dominicos se encuentra un lujoso hotel de cinco estrellas.
Después de la cena más de la mitad del grupo se apuntan a un primer paseo por la ciudad, con promesa de no más de una hora, que se cumple a rajatabla: se echa una ojeada, es imposible no hacerlo, a la impresionante portada de San Esteban y vislumbrar enfrente el gran Hotel Castellanos, donde se recomienda tomas algo en su patio interior. Un lugar que hasta los años setenta fue la sede de los grises (la policía armada o sea el cuerpo de policía franquista), un palacio-hotel increíble.
Calle San Pablo abajo nos lleva a contemplar los primeros lienzos de la muralla, continuados por el jardín conocido como de Calixto y Melibea, para después, con el río Tormes a la izquierda y la catedral a la derecha, dejando a un lado las tenerías (lugar donde se curtían y trabajaban las pieles), ascender por la calle tentenecio y girar a la izquierda entrando en la calles que formó parte de la judería salmantina: la de la Veracruz. Antes de coger la calle, muy bien iluminada, hemos podido contemplar la bonita vista de la trasera, acristalada, de la casa Lys, el imprescindible museo de art deco.
Tentenecio y Veracruz aluden a dos santos milagreros y separados por un siglo en su existencia: el patrón salmantino, el agustino San Juan de Sahagún, (siglo XV) y el dominico Valenciano San Vicente Ferrer (siglo XIV). Los milagros del primero son como más simples, más realistas, mientras los del segundo, el gran perseguidor de los judíos, en gran parte tiene un sentido sobrenatural, guiñolesco o, al menos, propios de un avanzado prestidigitador en los límites de lo imposible. Si Tentenecio señala como el agustino paró a un toro que bravío subía hacia la ciudad, huido de la feria del arrabal, el segundo hacía volar, en una sinagoga, veracruces invitando a los judíos a convertirse o de no hacerlo…

El antiguo barrio judío, que tenía su calle central en la calle Libreros, donde hoy se encuentra la Universidad con su maravillosa fachada plateresca, contaba con tres sinagogas situadas en la iglesia de San Millán, hoy museo, en la facultad de Matemáticas y en el actual jardín, y estupendo mirador sobre el Tormes, de la Merced, las tres en la calle Veracruz.
Los judíos tenían, pues, su barrio propio. Fueron perseguidos y su barrio, al igual que ocurrió en Valencia, fue incendiado probablemente para hacer desaparecer los pagarés a nombre de las muchas personas de la ciudad, deudores del dinero que les habían prestado. En Salamanca, probablemente, al igual que en otras ciudades se hizo llevar a los judíos un distintivo en la ropa con el fin de ser conocidos como tales. No fue durante el nazismo, como indicamos, donde por primera vez se utilizó este método.
Al final de la Veracruz se levanta la facultad de Químicas, donde estuvo situado el castillo de la ciudad, torciendo a la derecha pasamos por donde estuvo el convento agustino donde residió Fray Luis de León (nacido en Belmonte), catedrático y perseguido por la inquisición, y donde se encuentra actualmente el colegio mayor Fray Luis de León. Al lado, con una hermosa fachada plateresca la casa de los Abarca, médico de Isabel la Católica y de su hija Juana, casada con Francisco Maldonado, uno de los comuneros que fue ajusticiado junto a Bravo y Padilla en Villalar. Debido a ser Ana la hija del doctor de Isabel, pudo vivir en la casa de sus padres. Al parecer Fray Luis de León los visitaba a menudo. A raíz de esas visitas ahondó en la personalidad de Ana, que le serviría de modelo para su libro La perfecta casada.
Al final de la calle encontramos la puerta de la antigua iglesia de San Isidoro o San Isidro, tanto da ya que se corresponden con el mismo nombre, y que cuenta con una leyenda, repetida en otros sitios y con otros santos: en su traslado de León a Sevilla del cadáver del santo, decidieron descansar en ese lugar. A la mañana siguiente cuando intentaron ponerse en camino, era imposible levantar el catafalco. Algo que ocurrió varias veces. Sólo se pudo cuando se declaró por escrito que allí se dedicaría una pequeña iglesia dedicada al santo. Tal iglesia en los años sesenta se transformó en una pequeña estación de autobuses y actualmente es un aula que pertenece a la Universidad.
Ya de vuelta les pongo, brevemente en antecedentes sobre el descomunal edificio de los jesuitas. Otro día hablaremos contaremos con más detalladle sobre este capricho de Margarita de Austria, esposa de Fernando III. Y para terminar bajamos por la calle del ataúd (hoy calle de Jesús), llamada así por su forma, la cual sirvió a Espronceda para escribir El estudiante de Salamanca, la historia del estudiante que ve pasar su propio entierro. Nos vamos al hotel, dejamos a un lado hasta el día siguiente el ver la Plaza, algunos sin embargo deciden ir. Si otros años, en este viaje, la Plaza no se ha podido ver bien debido a que en su parte central se celebran diversos actos culturales con casetas incluidas, en la actualidad están colocando una nueva iluminación que al parecer se tiene previsto inaugurarla en Semana Santa.

Segundo día: MAÑANA: Torre Clavero, Plaza Colón, Palacio de Orellana, Torre de Abrantes, Jardín de Calixto y Melibea, Patio Chico, Antiguo Palacio Arzobispal, Museo de Unamuno, Universidad, Palacio de Anaya Catedrales, Plaza Mayor.
El segundo día estará a tope con las visitas o los lugares que iremos viendo al caminar tanto por la mañana como por la tarde. Será, sin duda, el día de mayor contenido. Un día entero para no parar. Por la mañana tenemos que visitar las Catedrales (la Vieja y la Nueva. No es el único lugar de España donde existen dos catedrales, también, por ejemplo, las hay en Plasencia, Zaragoza, Vitoria, Lérida y Cádiz) y la universidad; por la tarde el Palacio de Monterrey, que hasta hace unos años no se podía visitar por dentro y más lugares de interés.
Para llegar a la Universidad pasaremos por la Torre del Clavero, lo único que queda del Palacio de Sotomayor y Anaya, edificio origen de varias leyendas. Se encuentra la torre al lado de la Plaza de Colón, donde estuvo una de las iglesias más importantes de la ciudad. En el centro de la plaza de Colón, naturalmente se encuentra una estatua de Colón. Con uno de sus brazos señala la dirección de América, pero los salmantinos dicen que indica donde se encuentra la calle de Pan y Carbón (su mano está frente a dicha calle), En uno de los extremos de la Plaza de Colón se encuentra la Iglesia de San Pablo, de la orden trinitaria con el Cristo de Jesús Rescatado (talla del XIII) como imagen titular, equivalente a la del Cristo de Medinaceli de Madrid, y donde en los años cuarenta-cincuenta se preparaban enormes colara para besar la imagen el primer viernes de marzo. En el otro extremo de la plaza se encuentra el Palacio de Orellana, hoy cerrado y en espera, una vez expropiado, dedicarlo a Centro de la Memoria Histórica (con permiso de los voxianos). Al otro lado del Palacio (y con la Calle Jesús) separando ambos espacios se encuentra la torre desmochada de los Abrantes, hoy propiedad de la Universidad. Subimos por la calle del Tostado (Alonso Fernández de Madrigal), en recuerdo de aquel gran erudito del siglo XV (ya se sabe el dicho: sabes más que el tostado) enterrado en la catedral de Ávila, dejando a un lado las antiguas caballerizas del Palacio de Anaya, hoy convertidas en una bonita y espaciosa hospedería, para a mitad de la calle torcer a mano derecha y llegar, pasando la calle de ¡San Vicente Ferrer! (probablemente en esta zona habría un convento donde pararía el santo milagrero) a los Jardines de Calixto y Melibea, lo que hace pensar, junto a la cercana Peña de la Celestina, que la obra de Fernando de Rojas (La Celestina) se desarrolla en Salamanca (Sevilla que también plantea su ascendencia tiene a favor que el río, donde transcurre la obra es navegable). Al lado del Jardín un albergue de peregrinos indica que estamos en la ruta de uno de los caminos de Santiago. Pasando por delante de la bonita casa, construida no hace mucho, de los hermanos Patino y donde el gran director (nacido en Lumbrales) Basilio Martín Patino (fallecido en 2017) pasaría muchas temporadas junto a su mujer Pilar y su hija…Al pasar por la calle de San Vicente Ferrer se ha hecho alusión a la cueva salmantina, actualmente imposible de visitar, debido a que parte de una de sus paredes se ha venido abajo. Tal lugar, al que Cervantes dedicó un entremés con ese título, sería lo contrario de la Universidad, el lugar, la cueva, donde, se decía, estudiar las artes mágicas, diabólicas, como tal estaban regidas por el diablo. Los estudiantes tenían que estudiar aquí durante siete años, al cabo de los cuales un estudiante, como pago de los estudios, debería quedarse para siempre en la cueva sirviendo al diabólico profesor. Se cuenta que en una ocasión el Marqués de Villena le tocó quedarse en la cueva pero decidió engañar al diablo haciéndole creer que se había vuelto invisible. El diablo buscó y buscó sin poder encontrarlo; cuando el diablo se encerró en su cuarto, el Marqués salió de una cuba, donde se había escondido, y se marchó de la cueva, jugándosela de esa manera al diablo. Una pena que se haya derrumbado su parte posterior porque aparte de poderla visitar, varios días a la semana, dentro de la cueva, había unas proyecciones audiovisuales y espectáculos relacionados con el lugar.
El Patio Chico es uno de los patios más hermosos de Salamanca. O al menos era hace años. Lo afean las casas que construyeron en uno de sus lados. De cualquier manera sigue siendo admirable con una catedral (la Nueva) nacida, o creciendo, al lado de la Vieja. La nueva (conocida más así que por su nombre, la de la Asunción de la Virgen) con su espléndida portada, donde, sentados en un rincón al amparo de ella, en el silencio de las noches se puede escuchar la conversación del rio Tormes, que corre allí cercano al encuentro con su padre, el Duero. Y la vieja con su torre del gallo y su bonita cúpula, imitada de la que posee la bellísima catedral zamorana. Allí también aparece, además de la puerta de la Nueva a la que se asciende por una escalinata, una pequeña puerta, situada debajo de la cúpula de la Vieja, conocida como de los carros, por la que salían los estudiantes que habían suspendido. Eso se debía a que la Catedral Vieja, lo mismo que en otras muchas catedrales, era donde estuvo la primigenia Universidad, donde comenzó con los Estudios Generales para pasar a Universidad y siglos después trasladarse al ensueño de la plateresca Universidad Salmantina.
Hay en las noches veraniegas recogerse en este patio y aspirar siglos de historia.

Aquí en este espacio, enfrente de la portada de la Nueva se encuentra la afamada Casa Lys y más allá el archivo de la Guerra Civil, donde se recogieron papeles de aquí y de allá de personas, procesos y demás desmanes de aquella guerra del 36 que nunca debió haber sido. En la democracia la Generalitat de Cataluña exigió los papeles concernientes a su Comunidad y se produjeron unos lamentables incidentes con el alcalde popular que entonces regía la alcaldía salmantina.
Esta ciudad permanece dormida en un sueño de siglos; abunda en su vejez cotidiana, congénita y reaccionaria. En las últimas elecciones autonómicas fue la ciudad que contabilizo más votos de la derecha. Sólo en los años 80, desde que se instauró la ¿democracia?, hubo un alcalde, además muy bueno, socialista. El anterior que la ciudad ha tenido es el actual presidente de Castilla y León, el que quiere gobernar con VOX, y que se encuentra pendiente de una causa judicial de prevaricación
Pues bien, cuando ocurrió lo de los papeles de Salamanca quiso demostrar a la ciudad, a la que nunca le había importado dicho edificio, ni menos, lo que contenía, la maldad de los catalanes que querían llevarse parte de aquellos legajos y es que al parecer debía creer que le pertenecían. Hubo grandes manifestaciones en Salamanca contra la devolución de aquellos papeles. Y cuando los legajos, al fin, salieron de la ciudad, decidió cambiar el nombre de aquella pequeña calle llamada Gibraltar, por calle del expolio. Afortunadamente hoy vuelve a tener su antiguo nombre.
Hoy se puede visitar el edificio y consultar los papeles allí contenidos, así como ver, en la parte baja, la reproducción de una logia masónica.
Al terminar la calle torcemos a la derecha para recorrer la última parte de Tentenecio y encontrarnos con una de las puertas traseras de la catedral vieja, para salir a la explanada de la plaza del Obispo (el actual vive en una casa nomral), que fue el lugar de residencia durante años de los distintos obispos de la ciudad. También durante los primeros años de la Guerra Civil fue la casa donde viviera Franco (cerca de Salamanca en una finca camino de Ciudad Rodrigo fue nombrado Generalísimo de los Ejércitos) y su familia.
Dejamos a un lado la Catedral y por la calle de Calderón de la Barca nos dirigimos al edificio plateresco de la Universidad, donde hoy no se celebra más que algún acto solemne. A la calle que recorremos asoma a una tapia un árbol perteneciente al jardín de la que fuera casa del rector, y donde viviera don Miguel durante los años en que ostentara el cargo de rector. A ese árbol le dedicaría uno de sus famosos poemas. La casa del rector Unamuno merece la pena visitarse, ya que está repleta de recuerdos del escritor y donde también abundan algunas de sus obras papirofléxicas.
La fachada de la Universidad se abre paso en una gran plaza dominada por la estatua de Fray Luis de León, en uno de los lados, que termina en el memorable patio de las escuelas menores donde, en una sala, se muestra el maravilloso techo del cielo de Salamanca, se encuentra el rectorado en cuya entrada se puede admirar una hermosa techumbre mudéjar. La cornisa está repleta de arabescos y personajes. El más buscado, sin duda, es el del gran masturbador labrado en piedra y que lleva siglos aplicado a su deseo.

El lugar que hoy ocupa el rectorado, fue primeramente el palacio que ocuparon los repobladores de Salamanca, Raimundo de Borgoña y su mujer doña Urraca. Posteriormente fue el lugar de estudio de los judíos. Cuando fueron expulsados por orden de los Reyes Católicos, la Universidad se hizo con el este edificio y con todos los de alrededor, para la construcción de la Universidad, cuya portada es impresionante. Todo el mundo busca la rana, en esta filigrana inconmensurable, pero hay muchas más cosas para ver, en ese labrado en la piedra dorada salmantina, que resplandece con el sol: un mono haciendo sus necesidades en cuatro viñetas, dos a dos, en cada lado, Adán y Eva, los escudos imperiales, un acto, probablemente Papal o de alto rango eclesial, quizá con el que luego sería el Papa Luna, gran benefactor de la Universidad y cuya luna aparece a manera de rubrica, en la parte baja de los Vítores (de pintura roja de sangre de toro y simbolizando la concesión de cátedros, actualmente, y sin rubrica, hoy solamente utilizados para doctores honoris causa). Entrando en el edificio se puede admirar la gran escalera por la que se asciende al piso superior cargada de simbolismos moralistas y, porque no decirlo, antifeministas en gran parte. Alrededor del claustro las diferentes aulas dedicadas a grandes figuras de la antigua Universidad: la de Salinas, el importante músico ciego, la de Fray Luis de León, recordando el decíamos ayer, frase con la que inició sus clases después de haber estado preso, durante tiempo en los calabozos de la Inquisición, donde los bancos, antiguos, mantienen firmas o escritos (las costumbres de pintar pupitres, bancos no se ha alterado con el paso de los tiempos) donde se podían encontrar nombres de autores o personajes famosos de aquellos tiempos. También se puede visitar la antigua capilla o el Paraninfo donde resuenan los ecos de la (en parte falsa) disputa entre don Miguel y Millán-Astray en el primes año de la (incivil) guerra. En la parte de arriba se puede, desde unos cristales, echar una mirada a la antigua Biblioteca o recordar aquella otra, hoy cerrada, donde los estudiante donde los años cincuenta y sesenta iban a estudiar, y luego salían, en el mismo piso a charlar junto a alguna de las ventanas que da al reloj y al patio donde la secoya central, hoy bastante seca, parecía desde su altura ser la vigilante de todo cuanto pasaba allá fuera.
Cómo en todos los monumentos, al final es obligado pasar por la tienda, donde muchos de los viajeros se apropiaron ya de sus botones charros en distintas formas (pulseras, pendientes, sortijas…). Al salir, uno se tropieza con los grandes retablos en piedra que se encuentran encima de las diversas puertas de la catedral nueva, la anteúltima gótica construida en España. La última sería la de Segovia, que en su estilo constructivo, especialmente en sus torres, seguirá el modelo salmantino.
La entrada tiene lugar por la puerta de Ramos, asomada a la Plaza de Anaya, plaza que alberga en el extremo derecho el Palacio de Anaya, antiguo colegio Mayor de San Bartolomé, donde al entrar encontramos un claustro, uno más de los muchos de la ciudad, y a la derecha una bella escalera, que en su mitad se divide en otras dos para ascender a la parte de arriba. En el centro de la escalera, antes de dividirse una estatua rinde tributo a Unamuno. Aquí durante años convivieron la facultad de químicas (parte baja) y la de Filosofía y Letras (parte alta). A la salida de Anaya a la izquierda estuvo muchos años atrás la escuela de Magisterio, antes de que dicha carrera formase parte de la Universidad, desde allí pasaríamos a las caballerizas de las que hemos hablado antes. A la derecha la iglesia churrigueresca de San Sebastián
La abierta plaza, con sus árboles, sus bancos abre una gran perspectiva sobre la catedral y Anaya. Obra esta plaza debida al general francés Paul Thiébault, gobernador de Salamanca durante el mandato francés de la ciudad durante la guerra de 1808.
Falta indicar algo más, antes de entrar en las catedrales: prácticamente frente a la Puerta de los Ramos, llamada así porque en su parte central se muestra esculpida la entrada de Jesús en Jerusalén, existe la entrada (estaría en el extremo de la puerta principal de la Universidad) a la Universidad, que se utilizó durante años y que da a una especie de hall donde estuvo hace siglos una pequeña capilla. Siguiendo la pared aparece un placa donde se lee el dicho conocido de Cervantes dedicado a Salamanca: Salamanca que enhechiza la voluntad de volver a ella de todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado.
Cómo una prolongación de la fachada de la Universidad se encuentra la que fuera durante años (hoy gran parte de las facultades se encuentran situadas en la parte baja de la ciudad, cercana al río y cerca del Hospital Clínico Universitario. En la antigua Universidad de Derecho dio clases Tierno Galván
Caminamos anoche y también pisamos esta mañana la zona de una de las colinas sobre la que se asienta la ciudad. No se tiene claro si es por estar Salamanca situada sobre varias colinas o bien por la cantidad de iglesias que existieron y aún existen, por lo que recibe el nombre de Roma Chica. También, por los órdenes conventuales que rodean el entorno de la ciudad se dice que Salamanca se encuentra encerrada en un cinturón de castidad.
Volviendo a la puerta de Ramos, por la que nos adentraremos en las dos catedrales, procede la pregunta multitudinaria: ¿dónde está, y cuál es la razón de ello, el astronauta?
En la columna de la derecha no sólo hay un astronauta como elemento curioso, ya que también se encuentra una especie de mono o diablo comiendo un helado, un toro y un lince. La razón es muy clara. Así como los antiguos canteros dejaron su impronta en las catedrales que construían, los canteros del siglo XX que arreglaron esa parte muy degastada, decidieron poner algo propio de la segunda mitad del siglo XX, como son los astronautas o también algo típico de la ciudad y provincia (los toros debido a las ganaderías de toros bravos que existen), animales propios de la zona en peligro de extinción o extinguidos (el lince) o el detalle curioso de esa especie de mono o diablo que come un helado.
Hoy no hay guías espontáneos (no es aún temporada alta de turismo) formado por chicuelos dispuestos por un euro a explicarte todos los símbolos, dejando caer que cómo se puede ver los astronautas ya existían en los tiempos en los que la catedral fue construida.
Al entrar en la catedral se nos entrega un audioguía para que podamos seguir las distintas explicaciones. Lo primero que sorprende de la catedral Nueva, seguidora del esquema clásico de las catedrales góticas, es su altura, su enorme altura y es que la catedral salmantina es la de mayor altura de las catedrales españolas. Merece la pena pararse en algunas capillas laterales como en la de capilla dorada o la de los santos, en la de la venerada Virgen de la Soledad debida a Benlliure, en la de la Piedad de Carmona o en la que muestra al Cristo de las Batallas que según la tradición llevaba el Obispo Jerónimo junto al Cid en sus batallas. Jerónimo sería el primer obispo salmantino y al que se debe la catedral Vieja, de ahí que una especie de exposición con el nombre de Jeronimus, nos animé a subir, por fuera de la catedral, una escaleras para conducirnos a la zona almenada de la catedral, pasando por la parte alta de la catedral Vieja y acercándonos a la torre del Gallo. Merece la pena esa especie de pequeña ascensión.
Pero, ahora, aún estamos en el interior de la catedral para observar el excelente coro o el altar mayor sin retablo alguno. No hacen falta los retablos se pueden considerar las impotentes tallas de las distintas puertas de la catedral Nueva. En una de las urnas del altar mayor reposan los restos de San Juan de Sahagún.
Unas escaleras nos llevan a la otra catedral, la Vieja que por fortuna no fue destruida cuando se hizo la Nueva. Impresiona su nave central y su impresionante retablo con la imagen de la Virgen de la Vega, patrona de la ciudad en su centro. En una de las columnas permanece colocada la piedra que cayendo del techo hace siglos, durante una celebración, no hirió a nadie. Algo en lo que no intervinieron ni San Vicente Ferrer, ni San Juan de Sahagún y cuyo favor se atribuyen a la patrona de la ciudad. En la pared de la parte derecha se incluyen pinturas con otra serie de milagros debidos a la intervención de la Virgen. Unos bellos sepulcros y pinturas dan paso al claustro de la catedral conteniendo varias capillas maravillosas, en una de las cuales tenían lugar los exámenes y también el lugar donde debía concentrarse el futuro examinador. Sepulcros grandiosos recuerdan la grandeza de los nobles y eclesiásticos de la ciudad. Por cierto los que se examinaban si aprobaban tenían la obligación de pagar fiestas en la ciudad, como podía ser una corrida de toros. Los que suspendían ya sabemos debían salir por la puerta de los carros. Por desgracia no se conserva, no se sabe ha ido a parar el claustro románico de esta maravillosa Catedral Vieja salmantina.
Nos queda aún toda la tarde por delante. Ahora toca comer y enfilamos hacia la Plaza, por la calle de la Rúa. Si miramos hacia atrás compraremos que la gran torre de la catedral Nueva, la del reloj parece que está inclinada. Y se está en lo cierto, su inclinación se debe al terremoto de Lisboa ocurrido el día de los santos de 1755. Debido a ello hubo que reforzar la torre, que debería estar labrada como las puertas. Se nota perfectamente ese refuerzo.
En la calle de la rúa al final recomendamos una excelente confitería, con dos especialidades: el hornazo y los moritos. El gozo de algunos golosos se queda sin cumplir pues la confitería cierra los martes. Habrá que esperar a mañana.

Al termina la calle de la rúa nos y antes de entrar en la Plaza Mayor, nos encontramos con la curiosa iglesia de San Martín una con entrada por la rúa y la otra, la más bonita, románica, da prácticamente a la plaza. Iglesia donde existe un mausoleo, entre otras muchas bondades, que recuerda al del Doncel de Sigüenza.
Rodeamos, pues San Martín por el corrillo, con sus soportales como invitándonos a acogernos a los de la plaza. Pero esta calle del Corrillo tiene mucha historia. Su nombre completo es el de Corrillo de la hierba, debido a la siguiente razón.
Salamanca durante muchos años estuvo divida en dos bandos bien por una causa o por otra, pero sobre todo por dos.
El único rey nacido en Salamanca fue Alfonso XI de Castilla. Casado con María de Portugal tuvo dos hijos, Fernando, muerto antes de cumplir un año, y Pedro I, apodado por sus seguidora el justiciero y por sus detractores, El Cruel. Su madre era María de Portugal. Con su amante Leonor de Guzmán tuvo diez hijos, uno de ellos sería Enrique II de Trastámara que se convertiría en rey después del asesinato de su hermanastro. Pues bien los nobles salmantinos se dividieron en dos bandos enfrentados entre sí, algo que volvería a ocurrir posteriormente en la lucha entre La Beltraneja e Isabel la Católica por el reino de Castilla. Uno de los bandos tenía como sede la iglesia de San Benito, el otro se reunía alrededor de la iglesia de Santo Tomé (hoy día desaparecida). Las provocaciones y luchas entre ambos bandos eran constantes. Ambos establecieron una tierra de nadie a la que llamaron el Corrillo de la hierba, el nombre hacía alusión a la hierba que allí crecía debido al no ser pisada. La paz de ambos bandos la consiguió San Juan de Sahagún, un santo, como hecho dicho anteriormente milagrero, sí, pero sus milagros eran más lógicos y ¿humanos? que los de San Vicente Ferrer, el dominico valencianos que predicó en varias iglesias salmantinas, en una de las cuales se da testimonio de su presencia.

Pero el hambre azuza, entremos en la Plaza Mayor extasiémonos ante su belleza y si es posible comamos en una de las varias terrazas existentes. El tiempo es bueno. Nos dicen que en Valencia llueve. Aquí ni llueve, ni está previsto hacerlo, eso si el cielo permanece plomizo debido al viento del Sahara, que tiñe de rojo, aunque no muy intenso, algunos coches. Los saharauis parece que nos envían este aviso ante el hecho de que el Gobierno ha pactado con Marruecos, dejándoles en la estacada. Quizá no sea por eso, pero de todas formas, es una buena razón para reivindicar al sufrido pueblo saharaui.
Sea como sea, hay que comer lo más rápido posible. Nos hemos citado a las 15:30 en medio de la Plaza ya que el Palacio de Monterrey y mucho más nos espera esta tarde.
(Continuará)
Escribe: Adolfo Bellido López
(imágenes:Rodrigo Muñoz
Vídeo: Fina Morera)