el viaje por las provincias de Barcelona y Tarragona, un viaje que nos llevó
del cava al calçot pasando por una joya arquitectónica, Santes Creus, y por una
histórica ciudad, Tarragona.
un cierto tiempo antes de iniciar este relato, intentando, con ello, no dejarme
llevar por la euforia que supone el goce de un acontecimiento, acercándome en
lo posible al objetivismo y la imparcialidad a la hora de contar lo vivido en
el mencionado viaje.
calçolt en los dedos de mis manos, yo creo que mis sentidos han decidido encontrar
un recurso para revivir los días del viaje y es mi subconsciente el que
reproduce el olor, no queriendo olvidar.
que se nos suele citar para estos viajes, las siete menos cuarto, todos
estábamos en la puerta de la Facultad de Geografía e Historia. Gracias a ello a
la hora prevista, las siete, iniciábamos puntualmente la salida.
seguridad y pericia por Julio, amparados en los conocimientos y bien hacer de
Esther, y bajo la amena y experta batuta de Adolfo, con algo de sueño y mucho
de ilusión nos pusimos en marcha.
intermedia a la altura del delta del Ebro, traspasando la provincia de
Tarragona, nos adentramos en la de Barcelona. Rodeados de viñas, manteniendo a
la derecha el tranquilo mar Mediterráneo y divisando al frente las soberbias
crestas de Montserrat, a las once, llegamos al Alto Penedés, a la localidad San Sadurní d`Anoia, la capital
del cava, donde están instaladas las bodegas de Codorniu.
un audiovisual, nos sumergimos en la historia de Codorniu, que se inicia a
mediados del siglo XVI.
realizamos en unos trenecitos eléctricos, con los que recorrimos tanto los
exteriores como el laberinto de cavas subterráneas en las que se desarrolla, a
temperatura constante, la fermentación y crianza de los cavas.
intrincado recorrido subterráneo es más impresionante el conjunto de edificios
proyectados por el arquitecto Josep Puig i Cadafalch, en 1.895, que constituyen la nueva bodega y que, con
razón, se conoce como la Catedral del Cava. Componen el proyecto varias naves
de estilo modernista mediterráneo.
de metacrilato la guía de la bodega nos fue explicando cómo se elabora el cava. El proceso de vinificación
comienza con un prensado de los mostos, una clarificación para eliminar fangos
y una fermentación en grandes tanques. Se continúa añadiendo el licor de tirage, y que al fermentar (segunda fermentación)
produce dióxido de carbono y el aroma. Las botellas se dejan reposar. La
crianza dura, al menos, nueve meses.
se hace el “removido”, situando las botellas en pupitres inclinados y girando
las botellas periódicamente. Se acumulan los sedimentos en el cuello de la
botella y se procede al degüello, operación que hoy día se realiza por
congelación de dicho cuello. Al destapar la botella se dispara el bloque de
hielo con los sedimentos atrapados. El líquido perdido se sustituye por el
licor de expedición, que es azúcar disuelto en vino blanco. Los distintos tipos
de cava viene determinado por los azucares añadidos.
teoría sobre la viticultura y elaboración del cava, pasamos a la sesión práctica,
con la cata de dos excelentes productos que templaron el ánimo y dieron por
finalizada la interesante visita.
dirigimos al centro urbano de San Sadurní, al restaurante donde íbamos a comer.
Durante el trayecto Adolfo nos comunicó que en la jornada tendríamos una grata
sorpresa, sin revelarnos el contenido de la misma.
de una ensalada catalana, un sabroso cordero, unos variados postres y un
tardío, pero necesario, café que pudo hacer peligrar, por su tardanza, el
rígido horario de visita de Santes Creus.
cuarenta minutos de recorrido, aprovechados para dormitar brevemente y
prepararnos mentalmente para recibir el impacto de la esplendida abadía cisterciense, monumento nacional,
erigida en el siglo XII, de Santes Creus, ya, de nuevo, en la provincia de
Tarragona.
sorprendidos, al llegar a la explanada de la plaza de San Bernardo que se abre
ante la portada de la iglesia, por una concentración de un gran número de
“Ferraris”, de variados modelos y colores. La primera idea que nos vinos a la
cabeza fue que, recordando el anuncio de Adolfo, la sorpresa era la adjudicación de un
“Ferrari”, mas rápidamente nos vimos desilusionados y tuvimos que seguir elucubrando
sobre la posible materia de la misma.
olvidados los “Ferraris”, bastó mirar la portada románica, ampliamente
abocinada, y el imponente ventanal gótico de la fachada de la iglesia de la abadía. Y
aún más cuando penetramos en el claustro gótico y pudimos contemplar la
magnificencia de la tracería de sus ventanales, sus estilizadas columnas y
la ornamentación de sus capiteles. Hay
que mencionar que en uno de esos capiteles, el maestro ingles Reinard de
Fonoll, autor de la construcción del claustro, dejó una especie de
autorretrato, en el que figura con las herramientas propias de los canteros. En
el jardín del claustro se adentra un templete románico que alberga un lavabo
que usaban los monjes para asearse después de sus labores agrícolas y antes de
pasar al refectorio.
de nuestra guía local, Marta, continuamos la visita subiendo al segundo piso
donde se encuentra el dormitorio, una amplia y diáfana sala en la que los
monjes dormían con sus sayales sobre jergones de paja tendidos en el suelo.
en la sala capitular, románica, en la que destaca, además de sus estilizadas
columnas de doble fuste que soportan arcos de medio punto y que se cubre con
bóveda de crucería, la existencia en el pavimento del relieve de siete lápidas
de las tumbas de otros tantos abades enterrados allí.
iniciada en el siglo XII y terminada en el XIII. Ya desde el claustro habíamos
observado el cimborrio octogonal gótico rematado por una cúpula barroca sobre
linterna y que ahora podíamos contemplar desde el interior cubriendo el
crucero.
Marta nos explicó
detalladamente las dos joyas de esta iglesia, que son los dos sepulcros reales,
el de Jaime II y su esposa Blanca de Nápoles, y el del padre de Jaime II, Pedro
III de Aragón. Este último descansa en una bañera romana de pórfido rojo, que
eran utilizadas en aquella época como sarcófagos, y que Jaime II hizo traer desde Sicilia expresamente. Nos
relataba Marta que el rey era alto, sobre 1,80 metros, guapo y rubio teñido, y
que su altura fue un problema para alojar el cadáver, hasta tal punto que
tuvieron que cortarle los pies. Junto a este sepulcro se sitúa, en el suelo, la
tumba de Roger de Lauria, que fue almirante de Pedro III y fiel servidor del
rey. Tanto es así que, cuenta la leyenda, que si la tumba de este nunca fue saqueada
es porque Roger de Lauria sigue defendiéndola aun después de muerto.
En la iglesia sorprende
el retablo que trasdosa el altar mayor, pero que comete el “delito” de ocultar
un magnifico rosetón románico del ábside.
pasamos por una especie de túnel-corredor con bancos adosados a la pared. Según
nos contó la guía era el único lugar donde los monjes podían hablar, una
especie de locutorio monacal, y su estratégica elección venía justificada
porque siendo un lugar donde el único deseo era el de salir rápidamente de
allí, ya que está sometido a inhóspitas corrientes de aire, se evitaba que las
conversaciones entre monjes fueran muy dilatadas.
al claustro posterior, con arcos apuntados austeros, también llamado claustro
de la enfermería, por ser el que utilizaban los monjes enfermos. Alrededor de
él se encuentran varias dependencias, como restos de las cocinas que tenia
comunicación con el refectorio. Por último pasamos a la primitiva iglesia del
monasterio, de estilo románico, dedicada a la Trinidad, y convertida, también,
en capilla de la enfermería.
Marta quiso explicarnos el origen del nombre de Santes Creus y nos relató la
siguiente leyenda: los pastores del lugar solían, en invierno, traer sus
ganados a las tierras de clima más suave. La gran cantidad de ganado dejaba
materia orgánica en estos terrenos y debido a su putrefacción, cuando llovía,
durante la noche, se desprendían gases fosforescentes, que formaban fuegos
fatuos. Los pastores lo interpretaban como hechos sobrenaturales y milagrosos,
e iban colocando cruces de madera allí donde veían las luces. Esto hizo que el
lugar se conociese como “campo de Santes Creus”.
narración dimos por terminada la interesante y cautivadora visita al recinto
cisterciense de Santes Creus y nos pusimos en camino con dirección a Tarragona.
Aproximadamente en cuarenta y cinco minutos aparcábamos en la plaza de la
Imperial Tarraco, donde se ubica el hotel Ciudad de Tarragona, en el que teníamos
concertado el alojamiento, con cena y desayuno incluidos.
reparto de habitaciones y tiempo de descanso hasta las nueve, hora de la cena.
compuesto de menestra de verduras, mero y pudding, todo ello acompañado de un
vino de la comarca, dio paso a despejar la incógnita de la sorpresa. Adolfo nos comunicó que, dado
el carácter de los viajes que organiza la Asociación, estos se cierran con
balance económico de resultado cero euros y que si sobra dinero, según la
cuantía, o bien se reparte o bien se
agrupa y se procede a un sorteo. En este caso se sortearían tres cheques de
sesenta euros cada uno. Se nos fue adjudicando un número y tres “manos
inocentes” extrajeron las bolas de la suerte. El numero cuatro tuvo amplio
predominio, salieron el 4, el 40 y el 49, correspondientes los tres a sendas
damas, lo que por mera probabilidad, eran mayoría, era esperable. Por obvia prudencia
no menciono el nombre de las agraciadas, todos conocemos el ansia depredador de
nuestro querido fisco y del ministro del ramo.
tras el reparador sueño, a la cómoda hora de las nueve y cuarto estábamos
alojando las maletas en el autobús y a la hora prevista salíamos a recorrer la
ciudad de Tarragona, acompañados y dirigidos por dos guías locales, Georgia y
Xavi.
visita panorámica de la ciudad, sus barrios y sus playas. Nos dirigimos al
barrio del Serrallo, situado entre la vía del tren y el puerto. Para ello
pasamos por los edificios de la antigua Fábrica de Tabacos, en cuyas
excavaciones se encontraron restos del emplazamiento de un importante
cementerio paleocristiano. Dejando a la derecha el río Francolí llegamos al
puerto, centro de gran actividad, quizás el primero en movimientos de toda Cataluña.
Pudimos contemplar diversas playas, entre las que destaca la del Miracle,
aunque todas formadas por doradas arenas que dan nombre a la costa, Costa Daurada.
Observamos la portada del cementerio británico, cementerio protestante más
antiguo de España, donde se enterraron muchos de los defensores ingleses que
colaboraron en la defensa del asedio que sufrió la ciudad en la Guerra de
Sucesión. Fuimos ascendiendo desde el mar
por intrincados caminos, pasando por diversas urbanizaciones, hasta alcanzar la
colina, a unos setenta metros sobre el nivel del mar, donde se ubicó la parte
noble de la antigua ciudad romana. Es de destacar que para ello Julio tuvo que
realizar, en el tramo final, una minuciosa maniobra que mereció y recibió el
aplauso de todos.
las murallas romanas por el Portal del Roser y, conducidos por Georgia y, tras
una introducción general en la que destacó el puzle de culturas y, consecuentemente
de estilo urbanístico y arquitectónico de la zona que íbamos a recorrer, nos
dirigimos al edificio de la antigua Audiencia donde se encuentra una amplia
maqueta de la Tarraco romana.
entender la organización urbana de aquella época, articulada en una terraza
superior con el foro provincial y el circo, y un área residencial en torno al
antiguo poblado ibérico y el puerto, en la que se encuentra el anfiteatro.
detalló cada uno de los recintos, indicándonos que el foro estuvo formado por
dos grandes plazas una dedicada al culto imperial, con el templo del césar
Augusto, y la otra a la administración. Sus dimensiones la convertían en la plaza pública más grande del mundo romano. De
esta plaza se conserva un ángulo, que visitamos posteriormente.
las carreras de cuadrigas, también es de reseñar sus dimensiones, más de 300 metros de largo y
más de 100 metros de ancho. A lo largo de la visita pudimos contemplar los
restos que aún se conservan, aunque muchas de sus estructuras quedan hoy en el
interior de comercios y casas de la zona. Asombra su capacidad, 30.000 personas,
cuando la población de Tarraco era de 40.000 habitantes.
acueducto, Georgia nos explicó que había hasta cinco para el suministro a la
población, pero que sólo se conserva el Acueducto de Ferreres, el llamado
“Puente del Diablo”, que suministraba
agua desde el río Francolí.
cosas, y como paréntesis, dejemos constancia de que en el local donde se exhibe
la maqueta hay un trozo de muro del año 1.936 con una pintada realizada el 19
de Julio en que se aclama a Largo Caballero y a Negrin.
nos dirigimos por estrechas callejuelas hasta divisar la Catedral. Unas anchas
y largas escaleras, a cuyos lados y en su arranque se sitúan dos bellas
fuentes, dan acceso a la portada de la Catedral. En la explanada exterior de la
Catedral había instalado un mercado
medieval y de anticuarios.
en el lugar que con anterioridad ocupaba el templo dedicado al culto imperial
romano, templo de Augusto, y más tarde una catedral visigótica y una mezquita
árabe. Su construcción se inició en el siglo XII y se terminó a mediados del
siglo XIV, por lo que posee una estructura románica, de fuertes muros, adaptada
luego al gótico. En su portada, de estilo gótico, destaca la virgen del Mainell,
del parteluz, y en el tímpano la representación del Juicio Final, que Georgia
nos detalló de manera muy precisa. La portada está flanqueada por doce estatuas
de apóstoles y profetas. De su interior no pudimos contemplar mucho, ya que se
estaba celebrando misa, pero nos sorprendió la capilla de Santa María de los Sastres,
con un retablo de alabastro.
punto más alto de la colina donde se asienta Tarragona, cuya altura exacta
conoce Abdón que, con la ayuda de uno de los mercaderes y con el auxilio de un
metro cedido por el mismo, midió la distancia entre la señal que marca la cota,
del Instituto Geográfico, sobre el nivel del mar, creo recordar que era 69,70,
y el suelo que pisábamos, que creo recordar era de 2,24 metros. El que esté
interesado en saberlo que lo confirme con Abdón.
recorrido hasta el Pretorio, que es una torre romana y constituye uno de los ángulos
de la plaza del foro. Contenía en su interior una gran escalera que comunicaba
los diferentes pisos de la gran plaza porticada. En el siglo XVI se convirtió
en Palacio de los Reyes y posteriormente en prisión. Desde la torre bajamos a
las bóvedas inferiores del circo, que sustentan las gradas del mismo, y que
están consolidadas con mortero de cemento y hormigón, ya conocido por los
romanos.
visita de Tarragona no hay mejor lugar que el Balcón del Mediterráneo,
suspendido entre el mar y el cielo, a 35 metros sobre el nivel del mar. Allí es
difícil acertar a dónde dirigir la mirada, a la derecha el puerto y el barrio
del Serrallo, enfrente la playa del Miracle y a la izquierda el anfiteatro
romano.
realizaban las luchas de gladiadores. Se conservan sus gradas, en las que se
detectan como se ocupaban según la escala social. Sobre el edificio romano se
construyó una basílica en el siglo XI dedicada a los mártires a la que se
superpuso una iglesia románica. De ello quedan restos.
que llegase la hora concertada con el autobús se hizo corto; disfrutando del
intenso azul del mar, de la rotunda luminosidad del cielo y sintiendo la cálida
cobertura del sol, nuestros sentidos despidieron Tarragona con una grata
sensación de tranquila paz, pese a la cantidad de personas que concurrían en el
Balcón del Mediterráneo.
camino de nuevo a la provincia de Barcelona, concretamente al corazón del
Penedés, a Santa Margarida i els Monjos. Durante el trayecto tuvimos la
satisfacción de poder escuchar un magnífico concierto de guitarra, del hijo de
Antonio y Manuela, gracias a un CD que nos reprodujeron.
N’Ayxela, típica masía catalana en un agradable entorno de viñedos, nos
dispusimos a disfrutar de la deseada calçotada. Lo que no podíamos imaginar era
que la comida fuera tan opípara, casi pantagruélica, y todo ello sin menoscabo
de la calidad. Vaya el menú: sabrosos aperitivos, imprescindibles y numerosos
calçolts, alcachofas, butifarra con judías blancas, chuletas de cordero y crema
catalana. Todo ello bien regado con vino tinto de la zona y un sinnúmero de
botellas de cava, producto del propio restaurante, y que se pudo comprar a
módico precio.
que nos realizó Miguel Ángel, nos encaminamos al autobús para emprender la
vuelta a Valencia. Nos quedaban unas cuatro horas de viaje.
sumidos en el sopor propio de la postcomida y una vez superado el transito,
Adolfo, nos proporcionó la oportunidad de ver una excelente película, cine
dentro del cine, galardonada con seis premios Oscar, dirigida por Vicente Minelli.
Su título: Cautivos del mal. Y quedamos atrapados por la manipulación, abuso e
imposición de poder del protagonista. La película fue tan acertadamente
cronometrada que, tras la consabida parada intermedia, cuando
reflejaba el fin nos encontrábamos en Valencia, en la Avenida de Cataluña.
semana justa desde que se acabó el viaje y puedo decir que fue un placer y que
aunque, como dice Jorge Manrique, el placer se va presto, en este caso al
recordarlo no siento ningún dolor sólo la alegría de haberlo vivido y del recio
y burbujeante sabor del cava y del perdurable olor de los calçolts y de las
inolvidables imágenes del arte contemplado y del mar y el cielo de Tarragona.
vuestra compañía.
2 Comments
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Exquisita y minuciosa crónica.
Imagino el viaje sin haber estado.
Añadir aquí el chiste fácil de que "lo demás son cuentos" sería incierto porque éste lo es en el mejor de los sentidos.
JLVicent
Magnífica crónica de la inolvidable calcçotada. Aunque repitas todos los años, siempre hay algo nuevo. Pero la novedad de este año, ha sido la excelente crónica realizada por el autor. Con un excelente vocabulariio y redacción, gran sensibilidad, e interés por agradar a todos.¡enhorabuena¡ y congratularnos de que la asociación cuente con personas de este gran nivel cultural, Un cordial saludo. Magdalena