¡VAYA FIN DE SEMANA!
Más de cuarenta personas, iniciamos el último sábado de enero nuestro viaje a Benicarló, donde desde hace año, el último fin de se celebra la fiesta de la alcachofa. Hoy, vamos despiertos, porque hemos salido a una hora tardía para nuestros viajes, las 7:30 de la mañana. Bastantes asociados, por primera vez, vienen a uno de nuestros viajes.
En la salida algunos de los asociados que iban al senderismo avanzado se equivocaron (¿a propósito?) de bus y se subieron al nuestro, pero, como si no, se les condujo al otro. A cada uno lo suyo. Y todos, claro, en la actividad correspondiente a pasarlo muy bien.
Lo primero fue es ir a Traiguera. Al Monasterio (Real, Real como se encargó de señalar el parlanchín y divertido guía del lugar) de Nuestra Señora de la Salud de Traiguera. Un monasterio con una capilla maravillosa donde se encuentra una imagen de la Virgen, y unas leyendas e historias sabrosonas, expansibles contadas. La locución impetuosa y minuciosa del guía pensamos que se debe a las propiedades del agua del pozo, en el que se cuenta fue encontrada una estatua de la Virgen por (¿quiénes iban a ser quien la encontraran?), por lógica, unos pastorcillos, pero con una particularidad, uno de ellos era tartamudo, quien al beber de esa agua comenzó a hablar sin parar… Más lógica aún: ¿se entiende ahora la locuacidad del guía? Aunque a alguno de nosotros no nos hace falta beber de esa agua para lanzar chorros y chorros de palabras.

Este mágico e impresionante sitio, situado sobre un barranco, fue visitado por grandes personalidades a lo largo de la historia, donde se hospedaron y vivieron un tiempo: Carlos I (o V, como prefieran), Rodrigo Borgia, Cervantes… y hasta aquí llegó Felipe II que enamorado del lugar decidió concederle el título de REAL.
El guía nos instruyó sobre las costumbres de aquellos tiempos, como dormían medio sentados duques y reyes, cómo las camas eran pequeñas y a los duques le asomaban los pies en la cama por lo tuvo que quitarse –eso sin pintándose- el cabezal…



¡Menuda explicación, Real y tan Real, la del Monasterio de Traiguera! Después de un paseo por el pequeño pueblo de Traiguera, cercano al monasterio, marchamos hacía Vinaroz donde tuvimos, y nunca mejor dicho, una REAL comida o una comilona como se prefiera.
Al terminar de comer, ni nos dio tiempo a dormitar hasta llegar al Parador de Benicarló donde nos alojaríamos esa noche. Animadillo estaba el comedor, con baile y algarabías de alto volumen, con motivo de la celebración de un santo o cumpleaños. Hubo quien tuvo que protestar a la recepción porque su habitación retumbaba. Asombrosamente quien estaba en la recepción empezó diciendo que esas no eran horas de descansar (¡vaya profesionalidad la de tal empleado!) aunque luego se aviniera a cambiar de habitación ante las lógicas caras dinamitadas de los que protestaban.
El descanso para todos, de cualquier forma fue muy breve porque nos esperaba la torra. Un espectáculo en la plaza donde se colocaban las alcachofas y se torraban a decenas. Una larga cola recta pero rápida iba recogiendo sus tres alcachofas (¡riquísimas!) con un vaso de vino o una botellita de agua. A gusto del consumidor. Lo peor es que tal festín, y el frío ya se dejaba sentir (acaso unos 5 grados), había que degustarlo convenientemente sentados al… fresco. Luego la fiesta continúo para algunos recorriendo bares donde ofrecían pinchos originales de alcachofas, mientras otros decidieron regresar al resguardo del hotel, y tertuliar hasta las tantas en la cafetería del Parador.
Al día siguiente no había prisa en levantarse. Se hizo con calma, cada uno cuando quiso. Lo primero, claro, enfrentarse a un opíparo desayuno en el Parador. De todo y para todos los gustos en un espacioso comedor. Ahora, a continuación, las ofertas eran muchas: por un sendero, para aquellos con ánimo de caminar, acercarse hasta Peñiscola. Total, por el camino de la playa a no más de 4 kilómetros…, algunos hicieron menos pero vieron perfectamente el ismo peñiscolano con el castillo de aquel papa, al que le defenestraron para imponer uno italiano, y terminar con uno de los cismas de la Iglesia. El castillo de aquel Papa Luna (Benedicto XII) que decidió mantenerse en sus trece, él era el verdadero Papa así que no le vinieran con tontadas, aunque le abandonara hasta el que fue su secretario personal o su confesor y limosnero, nada menos que San Vicente Ferrer.


Paseos por la playa, aunque el cielo estaba cubierto, no hacía frío, así que el paseo sentaba bien, aunque otros se dedicaron a visitar la población y especialmente su Ayuntamiento, el museo, su iglesia… , pero fuese donde se fuese uno llegada a la zona céntrica donde a mediodía la cola para recoger el ticket que daba la posibilidad de tomarse, en tres de los bares señalados como festeros del día de la alcachofa, pinchos y bebida. O si se prefería pasarse por las ofertas gastronómicas, para comprar diferentes productos instalados también en la plaza.

Y, después, claro la apoteosis final, la comida especial de la alcachofa: uno, dos, tres, cuatro y cinco platos deliciosos, un postre magnífico y una copa de licor de hierbas o de sake para…desengrasar un menú digno… del Papa Luna, sólo faltó un licor de alcachofas.
Y después a echarse un buen sueño en el bus, en esta ocasión nuestro especialista cinematográfico no había traído ninguna película para el viaje… ¡Por fortuna! Algunos
durmieron hasta llegar a Valencia. Y en sus sueños, seguro, soñaron con montones y montones de alcachofas. No era para menos. Un fin de semana de… cine.
Escribe: Bond, el 040 no el 007
Imágenes y videos: Fina Morera.