
En el reloj marcaban casi las tres de la mañana del día uno de enero de 2023 cuando llegábamos al hotel, en el bus que nos había recogido algo más de la una en el restaurante donde habíamos tenido la cena de Nochevieja. Y es que todo París era un gran atasco. Daba igual que el conductor quisiera esquivarlo, utilizando otra ruta, porque en cualquier lugar nos encontrábamos en un impresionante atasco. Todo el mundo debía haber cogido sus coches y lanzarse a las calles parisinas. Y eso que en los metros, tranvías y RED (los buses públicos deberían descansar porque les daba lo mismo, ya que los coches partículas invadían todo, incluido las vías para autobuses, en la que de segundo en segundo descansaban, incapaces de caminar, buses como el nuestro se llevaban a los turistas a sus hoteles después de haber celebrado la noche final de 2022) se había decretada la gratuidad desde las cinco de la tarde del 31 hasta las 12 de la mañana del 1. Dormitábamos, cerrábamos nuestros ojos y al volverlo a abrir, bingo, seguíamos parados. Menos mal que la cena fue excelente y el rato posterior (con uvas especiales para nuestro grupo valenciano) a las campanadas de la Puerta del Sol, a las que tuvimos acceso desde un móvil, y proclamadas por los golpes de una cuchara sobre una botella, fue, también ese rato, excelente. Nos tiramos confetis, nos pusimos gorritos y celebramos el nuevo año brindando, con abrazos y bailamos lo habido y por haber, incluido la conga trenera o serpentil, que nos llevó de un salón a otros, y a cuyo final de cola se unieron italianos y franceses ubicados en los salones cercanos. Para ejemplo de baile el que nos ofrecieron Juan y Carmen, cómo se ve que van a cursos y que los reciben de una de sus hijas especialista en el tema. Y, que decir, del que brindó a más de uno, la escultural joven que cuidó en el salón de nuestra cena en sus múltiples acepciones (camarera, ordenante, directora del nuestro salón, animadora… cultural). A la salida del restaurante ya vimos que teníamos para rato, nuestro bus, no era el único que esperaba gente, razón por el cual algunos de los nuestros se equivocaron, antes de rectificar, y se subieron al bus que no les tocaba, Y luego, eso, el gran atasco



Multitud de multitudes
Pero es que París lo fue aquello noche y lo fue en todos los sitios de renombre a los que acudíamos. Daba igual que tuviéramos la entrada señalada para tal o cual sitio, que llegaras a la hora en punto porque junto a nosotros grupos y no grupos, gente que aguantaba colas casi kilométricas, nos uníamos en una danza cargada y abrumadora. ¿Quiere usted ir al Museo Orsay, subir a la Torre Eiffel, entrar en la Sainte Chapelle… y no digamos si se quiere ir al Louvre? Sepa que va a tener que abrirse paso a codazos para admirar un determinada cuadro. Apretones por allí, por acá, griterío, niños y mayores convirtiendo un espacio de cultura en incultura y, para hacer, mas intragable el trago, hasta te molestaban las mochilas o paraguas, por poner dos de las cosas que permitían pasar en cualquier sitio. ¡Cómo es posible tal caos! Pues lo es y más. Por faltar, sólo faltaba, el que dejaran entrar con perritos u otros animales de compañía. El gusto, por visitar esos sitios, se convertía en disgusto por la incomodidad o la imposibilidad de hasta dar un paso. Y eso que el Orsay, por poner un ejemplo (y no cito el maravilloso Louvre) es un lugar esplendido, una antigua estación de tren, con una amplia galería, sus inmenso relojes, como aquel de la película La invención de Hugo de Scorsese, hacia afuera y hacia dentro. No, de esta manera, París no vale… para visitar un museo.
Menos mal que eso no fue lo único, lo otro fueron unos estupendos paseos por los diferentes barrios, por algunas de sus iglesias aunque algunas, como la hermosa de St-Sulpice, se hayan tenido que hacer celebres por esa tontada de libro, y película El código Da Vinci. Tuvimos guía local todos los días, y sobre todo en uno largo, largo (mañana y tarde) se nos hizo corto, corto, gracias a la guía (Yolanda) que nos llevó por la zona de Notre-Dame: ¡da pena verla, en parte, en sus huesos (o en cueros), al estar siendo recompuesta después de aquel extraño incendio que, sin duda, de haber sido siglos antes, hubiera sido acusado del mismo hasta el propio Quasimodo, aquel inolvidable ser deforme enamorado de la bella Esmeralda. ¡Cuántas cosas aprendimos ese día sobre la Revolución, los Borbones, Richelieu, Napoleón y Josefina, Eugenia de Montijo y Napoleón III (de su vida y sus triquiñuelas)!… e incluso sobre algunos lugares donde Woody Allen (en noviembre acabó por acá otro filme, después del lamentable desliz sobre San Sebastián, y que se titula Wash 22) rodó Medianoche en París. Hay algún blog a través del cual se pueden encontrar los diferentes lugares del rodaje, y seguir la ruta. Pasamos, por ejemplo, por la biblioteca, con cola incluida, Shakespeare o el puente Alejandro III donde termina el filme (en Viena también hay una ruta sobre la excelente película de Carol Reed-Orson Welles, El tercer hombre) y, para los muy apegados a las series también recorrimos los lugares por donde transita Emily (en París).
Viendo y aprendiendo
Fue el último día, el 2 de enero, completo, maravilloso y agotador, no sufrimos apreturas donde entramos, anduvimos conociendo sitios, aprendiendo de lugares: la zona del Palacio Real (del que habla Balzac y, por tanto, la película en la que se basa su obre, Las ilusiones perdidas), la del antiguo mercado de les Halles (allí cuando comenzó a desmantelarse Marco Ferrerí rodó… un western, No tocar a la mujer blanca), las pirámides del Louvre, la Plaza de Vendome, la Opera y hasta subimos a uno de los grandiosos almacenes de la Samaritaine, tres edificios construidos cada uno en un estilo diferente. Impresionante conocer la especie de mosaicos-pinturas de uno de ellos. Sin duda pueden competir, sin perder, con los más nombrados de Lafayette, los principales, de los muchos que tiene, situados cerca de la Ópera grandiosa, elegante, llamada de Garnier construida en el siglo XIX durante el reinado de Napoleón III. Existe otra ópera situada en La Bastilla un excelente edificio moderno inaugurado el 13 de julio de 1989 en el bicentenario de la toma de La Bastilla, un pequeño reducto donde se inició la Revolución con la liberación de los… siete presos (por cierto, unos maleantes que acabaron mal) que allí había.

Visitamos todos los barrios, sin olvidar el Barrio Latino y la Soborn, el Panteón, los Inválidos, la Conciergerie, la Sainte Chapelle, la iglesia de Saint Gervais son el olmo situado en la plaza para… ser justos, el Ayuntamiento… Supimos de la vida de la ciudad, de sus habitantes en el ayer y en el hoy, de las formas de vida de la ciudad, de sus casas, del funcionamiento de la ciudad. Recibimos grandes lecciones de vida y de Historia, realizamos al atardecer un paseo en barco por los puentes del Sena (Paris cuenta con 37 entre puentes y pasarelas), entre ellos el más antiguo, curiosamente llamado el Puente Nuevo (una excelente película lleva su nombre unida al amor, como no hablar de ello en París: Los amantes del Puente Nuevo de Leos Carax).

Por supuesto, no falto la visita al Sacre-Coeur, hoy con la plaza poblada de ¿verdaderos pintores o reclamos turísticos? o un Pigalle apagado en las primeras horas de la mañana con su Moulin Rouge, del que se espera ver en cualquier momento el espectro de Toulouse-Lautrec, a quien se deben los carteles-anuncios del cabaret inaugurado en 1899 donde se desarrollan muchas películas como Moulin Rouge, 1952, de John Huston sobre la vida del pintor, la apabullante, como es prácticamente todo el cine de su director, Baz Luhmann y que lleva el mismo título, 2001, de la de Huston o French Can Can (1955) de Jean Renoir (hijo del pintor) y que narra la historia de la construcción del famoso cabaret.

Paris es también… Nueva York
Cojan el metro uno, funciona, y a gran velocidad, sin conductor y bájense en la última parada, Defense. Gran Arc. Preferente ir al anochecer. Cuando se sale al exterior, uno se queda sorprendido. Aquello no parece París sino Nueva York. Una gran sorpresa. Es el París moderno, con muchos edificios que superan los 90 metros de altura. Su nombre procede del monumento La defensa de París, homenaje a los soldados que defendieron la ciudad durante la guerra franco-prusiana de 1870. El gran resurgimiento de esta zona se produce a partir de 1997, siendo hoy el mayor distrito de negocios de Europa. La mayor torre posee 48 pisos y tiene 187 metros de altura.

Pero si todo, puede sorprender, lo realmente asombroso es su Gran Arco, inaugurado en 1989 en el bicentenario de la Revolución con el nombre, entonces, de Gran Arco de la Fraternidad, construido a lo largo del eje histórico de Paris o vía real, a través del cual se encuentra el Arco de triunfo de la Estrella, el Obelisco de la Plaza de la Concorde, el jardín de las Tullerias, el arco triunfal del Carrusel y la estatua ecuestre de Luis XIV en el Patio Napoleón del Palacio del Louvre. No es exacto su eje ya que en realidad tiene una pequeña desviación. Fue uno de lo grandes proyectos de Miterrant durante su primer mandato como Presidente de Francia.
Un arco, con decenas de salas, oficinas y que contiene además un espacio para exposiciones de 1200 metros cuadrados dedicados al fotoperiodismo, un auditorio y un restaurante. Ascensores conducen a los diferentes pisos, existiendo desde el último, una terraza con una visión admirable de la zona y de… el viejo París. Aquí se unen ambas partes de la ciudad: la vieja y la nueva. Grandioso, sorprendente y diferente así es el arco que se abre al nuevo París. Del otro lado al fondo el antiguo arco, el llamado del Triunfo, en la plaza de la Estrella o Charles de Gaulle, una plaza caótica respecto al tráfico ya que en ella desemboca una gran cantidad de calles. Detrás los Campos Elíseos y más allá… todo Paris a un lado y a otro. El viejo Paris, el de tantas leyendas e historias amorosas, de tantas películas y libros con su torre Eiffel, hoy símbolo de la ciudad y que no gustó en el momento de su construcción con motivo de la exposición de 1889, hasta el punto que la idea era demolerla después de la exposición. Puede verse la historia de su constructor, que también estuvo involucrado en la construcción de la estatura de la Libertad, en la película Eiffel (2021) de Martin Bourboulon. Parece que las torres nunca han gustado a París, ya que algo parecido ocurre con la torre de Montparnasse enfrentada, pero sin ser la ganadora del combate, a la Eiffel, mientras está tiene unos 300 metros de altura la de Montparnasse posee 210, fue construida en 1969.
Adiós a París
Han sido cinco días bien aprovechados, caminando de un sitio a otro, eso sí siempre trasladándonos desde el hotel en un bus, a nuestra disposición, a los sitios donde comenzábamos las visitas. Bien aprovechado el tiempo, después de un buen desayuno en el hotel, situado al lado de diferentes medios de comunicación (metro, tranvía, buses) y con sitios para, al volver a nuestro hogar, tomar cualquier cosa en los restaurantes que había cerca o comprando cosas en los cercanos supermercados. Además, el tiempo como en la mayoría de los viajes que hemos realizado, relativamente ha sido bueno. Algo de lluvia el primer día tan sólo con temperaturas no demasiado frías. Sí, a pesar de las multitudes, del caos, París, como dice esa frase, probablemente más popular que histórica, siempre vale una (buena) misa.
Texto: Adolfo Bellido López
Fotos: Elvira Ramos.
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Un resumen de esta visita de Paris interesantísima. Un encanto rememorarse Paris a través de una visión entusiasta. No falta ningún detalle y permite seguir este recorrido imaginando cada monumento, cada barrio, cada hecho histórico que conlleva los diferentes lugares de Paris. Ha sido un placer leer esos comentarios y ver estas fotos.
Muchas gracias Adolfo, me ha encantado tu crónica de Paris, totalmente real, la has clavado. Ya te dije que me gustó mucho el viaje y ahora leyéndote aún más.
Me quedo con las ganas de ver todas esas películas que nombras. Si tengo oportunidad las conseguiré en Stromboli que puede que sea el único videoclub que queda en Valencia.
Un abrazo para Elvira y para ti y hasta la próxima.
Nieves