Desde el comienzo del curso, hemos seguido la obra completa de Visconti (1906-1976) y a través de ella hemos conocido su vida y su cine. Visconti que empezó realizando películas sociales desde los cuarenta (Obsesión, 1943, personal versión de El cartero siempre llama dos veces) hasta final de los años cincuenta (Rocco y sus hermanos, 1960, una de sus obras maestras; deudora por otra parte de la española Surcos, 1950, de Nieves Conde), varió su cine a partir de El gatopardo (1963), y salvo curiosas excepciones (Sandra o El extranjero) se centró en su propias vivencias, como muestran los títulos, aparte del citado, Muerte en Venecia, 1971, una especie de visión del álbum de fotos en el que mira a su juventud y sobre todo Confidencias, 1974.

Visconti comprometido social y políticamente, comunista, aristócrata, director de teatro, de óperas, homosexual, católico, venerado por Maria Callas (la dirigió en varias óperas), las hijas de Toscani, Marlene Dietrich, Coco Chanel, de gran cultura (desde su niñez amó la ópera), siempre demostró (algo que aparece en su teatro y su cine) una gran adoración por su madre, una mujer avanzada en su tiempo y en la sociedad que le toco vivir.


Han sido meses en los que no sólo nos hemos adentrado en su cine, descubriendo sus características, su obsesión por los espejos como reflejo de sí mismo, la forma de dar caracteres operísticos a sus filmes. Una a una hemos estudiado a fondo sus películas, descubriendo la talla artística de uno de los grandes iconos culturales de una época.
Adolfo Bellido
(imágenes :wikipedia)