PARTE DOS DEL VIAJE A SALAMANCA DE LA ASOCIACION
(14 al 21 de marzo 2021)
Para los que han paseado por esta Plaza Mayor, han conocido o ignorado sus secretos, y sentados en algunas de sus terrazas comiendo opíparamente mientras les llegaba el suave murmullo de decenas de paseantes.
88 arcadas sujetan la Plaza Mayor más bella de España y una de las cuatro mejores del mundo entero
James Michener
Salamanca nos recibió con buen tiempo, y en su abrazo de bienvenida nos ha llevado ya por el barrio judío, recordándonos donde estuvieron sus tres sinagogas. Personajes y monumentos se han mezclado en estas horas (unas 15 desde que llegamos a Salamanca): Ana de Abarca, Espronceda, San Isidoro negándose a mover de la capilla donde descansaron sus restos con dirección a Sevilla, mientras no levantaran allí una capilla que… terminaría siendo una pequeña estación de autobuses. Nos hemos asomado al mirador de la Merced, donde estuvo la gran sinagoga, sobre el río, a su lado el castillo de la ciudad convertido hoy en la Facultad de Química. Hemos hablado de los dos santos milagreros donde ganaría por milagros imposible el dominico Vicente Ferrer frente al más humano, el agustino Juan de Sahagún. Paseamos brevemente por los jardines de Calixto y Melibea. Hemos aspirado la serenidad y el silencio del Patio Chico, donde se unen las dos catedrales (Vitoria, Cádiz, Plasencia, Zaragoza, Lérida también cuentan con dos, mientras que Huelva, Málaga no tienen ninguna. Y había que ver si Córdoba la tiene, ya que, en realidad, la llamada catedral allí, es la maravillosa mezquita), hemos admirado la hermosura de la portada plateresca de su Universidad. También hemos visitado las dos catedrales con sus monumentales fachadas. Algunos para admirar todo el entorno (catedrales, Palacio de Anaya- antiguo colegio mayor de San Bartolome-,la portada de la iglesia de San Sebastián) nos hemos sentado en un banco de la Plaza de Anaya, espacio natural creado por el general Thibault, el que fuera gobernador de Salamanca durante la invasión francesa) y hemos recorrido la calle de la Rua, con la iglesia de San Martín al fondo, para a través del Corrillo de la Hierba, recordando los bandos enfrentados salmantinos, entrar en la…
Plaza Mayor
Es más de la una y media de la tarde cuando llegamos a la Plaza. No hace mucho habrá empezada en el diario ciclo del tapeo que lleva a ir en grupo a las personas (sobre todo estudiantes, jóvenes o, incluso, jubilados y aquellos que han terminado ya las tareas mañaneras) de ir de un bar a otro, tomando su vinito y la correspondiente trapa (una buena jeta, el excelente morro, el peculiar farinato, la curiosa chanfaina, las patatas meneas o, incluso, la especialidad de algún bar, como el del Plus Ultra en la salida de uno de los arcos de la Plaza: los denominados pimientos). Tapeo que correspondido por la continuidad grupal (pago una, paga otro y así hasta que cada uno del grupo ha invitado a los demás) llega hasta las dos y media. Y luego, toca, además comer en casa. Cuando va cayendo la tarde, a eso de las nueve o nueve y media, vuelve a repetirse el rito que puede durar hasta las diez y media, para después recogerse en casa para cenar y acostarse.
Si en Valencia la ciudad despierta pronto. A las siete y media de la mañana las calles ya empiezan a poblarse y a las nueve y media de la noche todo el mundo, salvo los días víspera de festivo, se va recogiendo, en Salamanca no es así. Se despereza tarde (sobre las 9 de la mañana como muy pronto) y dice su hasta mañana tarde (y no digamos a partir del jueves la gran cantidad de estudiantes que en cualquier época- en verano serán los cursos de verano- del año se agolpan en los lugares de ocio). Todo tiene su sentido, mientras Valencia es una ciudad grande tendente hacia el millón de habitantes, Salamanca es una ciudad pequeña ascendente a los ciento cincuenta mil habitantes. En una hay lógicamente dispersión en otra concentración, aunque, curiosamente, la población universitaria no varíe demasiado de una a la otra, por lo menos en cuanto a la universidad propiamente dicha (en Valencia hay que añadir la UPV o el negocio que va arrastrándose, y no solo, por los múltiples e incompresibles tentáculos de la Universidad Católica).
Hay otro factor importante entre ambas ciudades y se encuentra en la salida del sol, es decir en la hora de amanecer y por tanto en la de anochecer. Entre ambas ciudades existe una diferencia no grande, pero si notable entre la salida y la puesta del sol, un sol que deja caer sus primeros rayos, en su traslado hacia el sol, en la bonita población de Jabea.
Pero volvamos a nuestra visita a Salamanca. Eso si comentar que mientras Valencia ve remojadas sus fiestas josefinas, en Salamanca sigue sin caer una gota de lluvia. Será verdad que nuestras excursiones llevan casi siempre incorporado un seguro (o se ha llegado a un convenio) de buen tiempo. O, como ha ocurrido en algún viaje, de lluvia mientras se visita, por dentro, un monumento, que desaparece cuando salimos a la calle para trasladarnos a otro sitio. No es el caso actual, sólo el polvo del Sahara estará presente en alguno de los días, en otros tendremos sol, aunque a veces el viento fresco nos lleve a llevar varias capas de ropa, de las que uno se va desprendiendo a medida que el frescor da paso a un cierto calor.
Sea como sea, no llueve y estamos en la Plaza. Cada uno comemos, o tapeamos a nuestro aire al tiempo que admiramos esta plaza definida por don Miguel como un cuadrilátero irregular pero asombrosamente armónico.
Con anterioridad a esta construcción existía una gran plaza del mercado, que equivaldría a tres plazas como la que se iba a a construir.
Salamanca fue favorable a Fernando V en la guerra de Sucesión, el rey que inauguró la dinastía borbónica en España, hizo posible la petición de las altas esferas salmantinas, que querían tener una plaza acorde con los tiempos. Con anterioridad contaba con la denominada Plaza de San Martín que ocupaba nada menos que un espacio tres veces mayor que la actual. Se llamaba de San Martín porque la Iglesia de dicho nombre quedaba dentro del recinto y ocupaba aparte del espacio de la actual Plaza Mayor, el Corrillo, la plaza del Mercado y la de Poeta Iglesias. Aquella antigua plaza donde se celebraban espectáculos, se vendía (con puestos destinados a distintos productos fijos en un determinado lugar) de todo, donde se llevaban a cabos los temibles Actos de Fe, fue considerada, entonces, como la más grande de España y una de las más grandes de la Cristiandad como llegó a afirmar Hernán Cortés en sus cartas a Carlos V.
El problema es que se consideraba vieja, por lo que se contrató a Alberto Churriguera para construirla. Tomando como modelo las Plazas Mayores de Madrid, Cordoba y Valladolid, comenzó a construirse en 1929. La terminación, en cierto sentido, tuvo lugar veintisiete años más tarde. Para entonces Churriguera estaba con otros proyectos como la Iglesia de Orgaz, que no pudo, tampoco, ver terminada porque murió antes de su terminación. Ya contamos, al hablar del viaje realizado este año a Toledo que se enterró en su iglesia proyectada en aquella población toledana, pero que cuando se cambió el pavimento de la iglesia, no se encontraron, en lugar alguno, sus restos. Curioso hecho que también como veremos afectó a una personalidad en la ciudad que ahora visitamos.
A Churrriguera se debe el pabellón central de la Plaza Mayor salmantina, con la esfinge de Fernando III el Santo en el arco principal y una lápida que recuerda el comienzo de las obras. También se incorporó después el lado lindante con la iglesia de San Martin. A continuación hubo que parar las obras debido a litigios con las personas que tenían casas en las partes que faltaban por tirar, para seguir construyendo las dos alas que cerrarían el recinto. Los enfrentamientos y procesos fueron largos. Nada menos que abarcaron 15 año. A partir de ahí, y siguiendo el modelo churrigueresco, siguió la construcción que terminaría, aparentemente, en 1756, pero aun así en 1852 se colocó la espadaña del ayuntamiento. ¿Quedó así terminada? No, la Plaza Mayor salmantina no está terminada en su totalidad, al menos respecto al proyecto original, ya que le faltan las dos torres que debían situarse en la fachada del ayuntamiento al estilo de las que aparecen en la Iglesia de la Clerecía, de los Jesuita o del Espíritu Santo, como se quiera llamar, ya que si se colocaban ambas torres se opinó que su peso sería tal, que podría llevar al derrumbe del edificio. En algunas otras partes de la Plaza se nota también la falta de ciertos remates. Aunque con todo esto la Plaza Mayor, tal como aparece hoy día es excepcional. Posee, en sus cuatro lados, 88 columnas, ninguno de los cuales es de igual longitud, siento el lado mayor el del Ayuntamiento. La distancia entre las columnas también es distinta al pasar de unas a otras. En cada columna hay relieves donde se nombran, y donde aparece la cara esculpida de diferentes personajes. En cada una de las partes aparecen representados diferentes tipos de personas. En el lado del pabellón central, por ejemplo, aparecen diferentes reyes. Hay que decir que el último medallón de esta fachada representaba a Franco. Después de su muerte (y aún antes) el medallón apareció frecuentemente con impactos de huevos, colores y otro tipo de ataques, hasta que al fin se decidió quitarlo.
En la Plaza hay diferentes arcos de salida, difícilmente vislumbrados para alguien que esté en el centro de la plaza. Así están el arco de Toro (da a la calle Toro y señala la dirección de salida hacia esa población), el de Zamora (calle Zamora con sentido hacia dicha ciudad. Por esa calle y la salida a este arco era por donde entraban los (diferentes) reyes cuando visitaban la ciudad: Otro arcos serían el del Corrillo, con salida al Corrillo… de la Hierba (ver capítulo anterior), concejo (calle Concejo, donde se reuniá el concejo de la ciudad), San Pablo (dirección a la calle San Pablo). En el Pabellón Real, recuérdese que fue el primero construido) hay tres escaleras dos laterales (Ochavo y Pinto) y otra en el centro (la Real) que llevan a la parte baja de la Plaza y también al edificio del mercado central. En la parte contraria existe un pasaje que daba acceso, en el pasado, a las cocheras de un alto dignatario y que exigió la construcción de ese pasaje para que salieran sin dificultad alguna sus carruajes. La escalerita central, la Real o la de San Fernando (en una de las columnas colindantes a esta bajada y que da al exterior de la Plaza existe un rótulo, sobre la piedra, que pide una oración por una mujer que fue muerta en ese lugar) ha sufrido varios cambios a lo largo de los años (al igual que toda la parte exterior como explicaremos posteriormente). Al menos, al final de los años cuarenta y durante bastante tiempo, en la parte alta existió un pequeño salón, por llamarlo de alguna manera, de limpiabotas, donde los señoritos o menos señoritos no tenían que limpiar sus zapatos de pie, apoyados en una columna de la plaza, por parte de limpias jóvenes o gitanillos. Allí te sentabas cómodamente, como si estuvieras en una barbería y el limpia, de rango, por decirlo de alguna manera, más elevado de los circundantes por la Plaza, y uno se sentía más señorito o señorazoque los otros (otro sitio, digamos, oficial de limpias, se encontraba entre el Corrillo y la Plaza, dentro de lo que sería la, inexistente tapia, Iglesia de San Martín. Si bajamos las escaleras, debajo tenías unos concurridos urinarios. Años después se suprimieron y posteriormente toda la escalera ha quedado libre de artilugios de cualquier tipo, despejando su camino hacia el Mercado Central, que se encuentra enfrente. En los años sesenta y setenta el salón de limpiabotas se transformó en una especie de Kiosko que incluso vendía entradas para un cine, que además (el cine) anunciaba con carteleras de la película que se proyectaba en él y que colocaban antes de la bajada por esa escalera, en la pared cercana.
Todo la parte de la Plaza correspondiente al Pabellón Real, tenía su continuación (los soportales) con otros soportales, los de abajo, donde se instalaban comercios (en gran mayoría son ahora bares). Se trataba de las covachuelas, semejante, aunque muy distinto, a los comercios debajo de la iglesia valenciana de los Santos Juanes. En esa parte bajera existió durante años una famoso bar con buenas tapas, llamado la covachuela.
Esta parte inferior de la Plaza era donde en los veranos, por ejemplo, tenía lugar la contratación de los segadores o también el lugar donde tenían lugar grandes transacciones entre los ganaderos o dueños de grandes fincas. Toda esta parte comercial se concentraba sobre todo en la parte izquierda (tomada desde la bajada de esa escalera) hasta lindar con la escalera de Pinto, donde un amplio bar, luego cafería terminaba por sellar la transacción.
Enfrente de estos soportales bajos se encuentra el Mercado Central. Hasta finales de los años sesenta en una de las plazuelas cercanas al Mercado (en el lugar llamado Plaza del Ángel) se situaba, en Navidades, el mercado para la venta de animales vivos, que se comerían en las cenas navideñas (pavos, patos, algunos cerditos), junto a otros productos típicos de la época. La existencia de esa venta ambulante, que llenaba la zona de .excrementos durante varios días se procedía a limpiar hacia las tres de la tarde (sólo funcionaba esa mercado por las mañanas) ya que sólo ese comercio funcionaba por la mañana. Quizá, esa costumbre, procediera de tiempos muy anteriores, de aquellos de antes de que existiera la Plaza, cuanto estaba la inmensa, señalada anteriormente, plaza o zoco y que abarcaba también toda esta parte.
Rodeando el mercado había una serie de Kioskos donde se podían intercambiar, por una mínima cantidad, noveluchas del tres al cuarto, del oeste o policiacas. También tebeos o se compraban bolsas de cromos para pegar a un álbum. Normalmente hacían referencia a películas de aventuras como (recuerdo), Robín de los bosques (1938) de Michael Curtiz y William Keighley con Olivia de Havilland y ErrolFlynn, estrenada con gran éxito en España con diez años de retraso (fue la película que en aquellos años vi más veces: unas cinco o seis, parte de ellas en el cine más cercano a mi casa, el Moderno, un cine de reestreno con programa doble, del que habla la escritora salmantina Carmen Martin Gaite en su novela premiada con el Nadal, Entre visillos), o El halcón y la flecha (1950), estrenada puntualmente, de Jacques Tourneur con BurtLacaster y Virginia Mayo. La Plaza del Mercado fue el lugar de muchos de mis juegos de la infancia. Cerrada por uno de sus lados, era, salvo en la Navidad por la venta de los animales, un lugar amplio para jugar (daba igual que estuviera en cuesta). Allí tenía varios amigos y allí en uno de los extremos se encontraba la tienda de ultramarinos de mí padre y de mí tío. Mi casa estaba del otro lado de la Plaza Mayor (creo que mi primer caminar sin que nadie me acompañase fue de casa a la tienda) pero aunque enfrente de ella (nada menos que teníamos una frutería, una carnicería y una pescadería) vivía uno de mis mejores amigos no había posibilidad de jugar en la estrecha calle, donde además no abundaban los niños, cosa que si ocurría al lado de la tienda. Un lugar de juegos allí o en la gran pensión de un compañero, recorriendo pasillos y patios. Los juegos en la calle de la ciudad no eran raros, ya que entonces casi nadie tenía coche, por lo que con toda la tranquilidad podía caminar, correr, jugar por la calle, incluso cuando llegaba el buen tiempo, donde vivíamos, todo el vecindario, al empezar a anochecer, sacaba sillas a la calle. Daba igual colocarlas a la puerta o en medio de la calle. Allí cómodamente sentados se tomaba el fresco y se estaba de cháchara con unos y con otros.
La Plaza Mayor, volviendo a ella, ha sido siempre el lugar del mentidero de la ciudad, también durante años bajo los soportales, tuvo lugar el paseo de los habitantes, con un curioso sentido: el giro de los hombres era contrario al de las mujeres con lo cual en cada vuelta dada (aparte de los saludos de rigor de los paseos en una determinada época como muestra Juan Antonio Bardem en la excelente película, Calle Mayor. Algo normal en esta especie de tontódromos, donde una vez y otra, día tras día se reencontraban las mismas personas a cada vuelta. Posteriormente durante los años cincuenta y sesenta el paseo se trasladó, siempre arriba y abajo, una y otra vez, a la calle Toro (calle que siempre los salmantinos llamaron Toro aunque después de la guerra la nombraron como la del Generalísimo, lo que dio lugar a dichos como el del Generalísimo antes Toro).
En esta Plaza, como en la anterior, se siguieron celebrando todos los actos importantes. Cuando se pusieron de moda, en la etapa franquista, los festivales de España (en verano) en ella se montaba un gran escenario. Al comienzo de los años setenta del siglo pasado tuvo lugar incluso una corrida Goyesca. La Plaza sirve y ha servido para todo: desfiles militares; coronación de la Virgen de la Peña de Francia; proclamación de la República por don Miguel desde el balcón del Ayuntamiento, edificio utilizado durante los primeros meses de la guerra del 36 como (falso) Palaci franquista donde los embajadores del fascio y del nazismo presentaron sus cartas credenciales; lugar de manifestaciones, concentraciones, partidas de ajedrez gigante y fiestas de todo tipo, hasta una en que los estudiantes celebran la noche vieja a mitad de diciembre, una curiosa experiencia que ha llegado a atraer a jóvenes, el día de su celebración, de muchos países y no sólo europeos; procesión cívica, escoltando a Franco que hueco y orondo asistía a su nombramiento como doctor Honoris Causa de la Universidad con motivo del séptimo centenario de la creación de la Universidad de Salamanca en 1954. El Vitor acreditativo de este doctorado se pintó en la Catedral Nueva, al lado de la Puerta de los Ramos. Allí estuvo durante años hasta que años después de la muerte del dictador fuera, justamente, borrado.
Apertura de un inciso en todos los sitios se requieren, para solaz de la población, como un juego más circense, elevar a fiestas cualquier acto, sea o no sea. ¿Cómo es posible que si en 1954 se celebrarán los actos conmemorativos de los 700 años de creación de la Universidad de Salamanca y en 2018 se llevasen a cabo ceremonias de todo tipo para festejar los 800 años de la Universidad? No cuadran las fechas, eso está claro. ¿Dónde está el error? Muy simple: en 2018 se hizo una pequeña trampa y por lo alto se celebraron unos actos conmemorativos a los que se apostillaba con eso de los 800 años de esa creación (por cierto la Universidad de Valladolid quiere llevarse la gloria de ser más antigua de la de Salamanca, cuando no es así, tan vinculación la entrampan ya que recogieron, o pasó los que era la Universidad de Palencia – unos 10 años anterior a la salmantina- a la de Valladolid), cuando en realidad 2018 debería haber celebrado la puesta en marcha de los Estudios Generales – creados en 1218- y no el nombramiento como Universidad, título otorgado en 1254. La Universidad salmantina es la cuarta, por fundación, del mundo detrás, por orden, de la de Bolonia, Oxford y Cambridge.
Cierre del inciso
Escribir sobre la Plaza de Salamanca o sobre su Universidad nos llevaría a emborronar, o como se diga con esto de los ordenadores, páginas y páginas, así que no nos vamos a fijar en cada detalle de la plaza. Indicar alguna cosa más, como el balcón de la plaza, a la derecha según miramos el Ayuntamiento, correspondiente al segundo piso, encima más o menos del café Novelty. Si observamos tiene el hierro que separa un balcón de otro, situado en medio del balcón con lo que es imposible abrirlo. Las leyendas se amontonan sobre este hecho: que si un padre no dejaba asomarse al balcón a una de sus bellas hijas o era un marido celoso quien se lo impedía a su mujer.
Tener en cuenta que si se quiere quedar con alguien en la ciudad, el mejor sitio es debajo del reloj
A través de los años ha cambiado el aspecto exterior de la plaza. Ha tenido bancos, jardines y hasta un templete; se ha pavimentado varias veces. Hoy no pueden entrar coches salvo, y a determinadas horas, los de reparto, pero durante año no estuvo prohibido el paso de vehículos, incluso al final de los años sesenta y comienzos de los setenta alrededor del centro de la Plaza podían aparcar los coches
Siempre, incluso cuando fuera la amplia Plaza de San Martín, los eclesiásticos con poder y la Universidad tenían alquilados los balcones de la Plaza enfrente de la parte que hoy corresponde al Pabellón Central o de San Fernando, para asistir a los actos que allí se celebraban, los más corrientes hace siglos eran las corridas de toros ya que los estudiantes graduados tenían que pagar una corrida de toros.
En la Plaza, incluso se han rodado escenas de varias películas, entre las que destacan algunas de la filmografía del Basilio Martín Patino como Nueva cartas a Berta; Los paraísos perdidos y Octavia. En 2008 los norteamericanos rodaron En el punto de mira, cuya idea central, consistía en asesinar al Presidente de los Estados Unidos durante un discurso que pronunciaba en la Plaza. Los productores intentaron, inútilmente, rodar varias semana en la Plaza, debiendo para ello impedir el paso al o por el lugar durante las semanas del rodaje por fortuna la propuesta, englobaba una buena cantidad de dinero, no fue aceptada, ya que el cierre de la Plaza iba afectar tanto el paso de las personas de unas zonas a otras de la ciudad y el parón de toda actividad comercial, fundamentada sobre todo en los bares, cafeterías, restaurantes.
Si alguien está interesado en leer la crítica de esta película, en el momento de su estreno la escribí para la la revista de cine digital encadenados (www.encandenados.org) y el link es el siguiente: https://www.encadenados.org/rdc/sin-perdon/375-en-el-punto-de-mira-1
Toda la Plaza está a su alrededor, y como si naciesen en o de sus arcos, repleta de las sillas de las diferentes cafeterías, para poder tomar cualquier infusión o, incluso, comer al exterior admirando la Plaza y el vaivén runruneante de la misma, distinto siempre, debido a las distintas personas que, a cada momento, van cambiando la fisonomía del lugar. De entre todos ellos, hay que citar el Novelty (inaugurado en 1905) donde durante años Unamuno (bastante después Torrente Ballester. Siempre, con artistas cambiantes El Novelty ha sido un lugar de reunión de artistas, De Ballester además, como muestra de su querencia por el establecimiento aparece esculpido en un asiento del interior del café), intervino, igualmente, en las tertulias que se organizaba. Era su lugar favorito. Hubiera o no tertulia, acudía Unamuno (curiosamente el, no aparece grabado en ningún lugar de ese sitio) todos los días para sentarse en la mesitas exteriores admirar en silencio la Plaza o garabateando sus poemas. Por eso es de suponer que al mediodía de aquel domingo, 19 de julio de 1936, estuviera en el exterior del café admirando la belleza de la plaza y escuchando los repetidos, y diarios, saludos de las personas que, en cada vuelta, se encontraban.
Aquel fatídico día a las 12 del mediodía cuando el paseo estaba en ebullición, entró por el Arco de la Puerta Zamora (el arco que era el lugar por el que entraban los Reyes, desde que la Plaza fue construida) una compañía de soldados de caballería procedentes de Valladolid para pronunciar el parte de guerra. Nada menos aquella entrada coincidió con la hora del paseo y de tomar el aperitivo. En la Plaza había mucha gente. Aquel fatídico pronunciamiento terminó ante la orden de dispersarse, con disparos de los militares que produjeron varios muertos, en el intento de pasar los paseantes, de una columna a otra de la Plaza para resguardarse y buscar una de las salidas. En aquel entonces existían setos ajardinados en los extremos del centro. Esta representación casi real de la Plaza fue compuesta para el muy falso documento sobre Unamuno y la guerra, realizado por Amenábar, para esa película tan exitosa de público, como fallida desde el punto de vista histórico. Aún pero es la forma en que se representa el personaje de don Miguel, Habló, claro, de la mediocreMientras dure la guerra (2019)
Amenábar debe pensar que la realidad histórica se refiera a decorar los lugares como eran en aquellos tiempos, sin preocuparse de si lo escrito en el guión y transformado en película cuenta la verdad de los hechos. Porque para empezar aquella compañía, venida de Valladolid, termino la proclama no con un ¡Viva España! sino con un ¡Viva la República! Y no sólo eso hay mucho más hechos falso sobre el personaje de Unamuno, que ya se conocían cuando Amenábar hace la película.
Para los que quieran leer sobre esta película, les recomiendo la crítica que escribí para encadenados: Ihttp://www.encadenados.org/rdc/sin-perdon/5359-mientras-dure-la-guerra-2
De forma directa, por mi familia, supe que don Miguel estuvo en la Plaza ese día. Siempre oiría contar a mi familia, que vivía cerca de la casa de Unamuno, en concreto en la cuesta del Carmen, no lejos de la Plaza, que al escuchar los disparos salieron a la calle. Vieron a gente corriendo que venía desde la Plaza, y entre ellos, con andar pausado y con las manos sobre la cabeza, don Miguel bajaba la cuesta en dirección a su casa situada a la vuelta, en la calle Bordadores. ¿Aquella situación vivida por el escritor le hizo cambiar la mentalidad sobre la necesidad de un golpe militar para acabar con lo que para él, eran los desmanes de la República en aquellos momentos? En realidad siguió durante algún tiempo defendiendo a los rebeldes hasta… Pero, no nos extendamos ahora en eso. Habrá tiempo más adelante. Ahora toca comenzar la tarde.
Escribe: Adolfo Bellido López
(imagen: Rodrigo Muñoz)
(Continuará)