Un grupo de cuarenta y cinco personas nos desplazamos a la comarca del Comtat para conocer un pequeño rincón mágico a los pies de la Sierra del Benicadell.

La víspera, Ricardo, nuestro guía,nos pasó, como es costumbre, la información de la excursión, donde incluyó el perfil longitudinal, con una pendiente semejante a un tobogán. El plano estaba muy concentrado y los desniveles no fueron pronunciados.

El camino estaba cortado por un derrumbe, a causa de las lluvias caídas la primavera pasada, y tuvimos que tomar otra ruta alternativa. La Albufera está rodeada de campos de cultivo, especialmente olivos, cargados de aceitunas en esta época del año. Se nutre de las aportaciones fluviales subterráneas de la Sierra del Benicadell. Aunque, sobre todo en época estival, apenas tiene agua.

Se trata de un humedal que data del siglo XV. Fue desecado durante la guerra civil, para evitar enfermedades, y hoy en día es un lugar de alto valor ecológico que abarca 11,2 hectáreas. Es una laguna muy frecuentada por aves migratorias y otras que la han escogido como su hábitat. Se pueden ver garzas, fochas, gallinetas,…

A finales del 2004, debido a un temporal de lluvias, se obstruyó el canal que desvía las aguas del humedal al río Serpis, provocando la inundación de la Albufera. La Generalitat Valenciana, propietaria de estos terrenos, recuperó el espacio y, tres años más tarde, lo incluyó en el Paisaje Protegido del río Serpis.

Es curioso que la Albufera, que es un espacio público, se encuentre dentro de una propiedad privada. En una masía abandonada, cuya puerta está cerrada y prohíbe el paso. Se accede a través de un hueco que hay entre los cipreses del lado derecho.

Para llegar al observatorio de aves, hay que atravesar una pasarela que, dependiendo de cuando se visite, puede estar sobre agua o no. Nosotros pudimos bajar, pero la visibilidad es mala porque las plantas son altas y no dejan ver el humedal. Además se puede contemplar el valle del río Serpis y la Sierra del Benicadell.

La sorpresa de la excursión fue ver el olivo bimilenario de Gorga. A principios del siglo XX, los campesinos aprovecharon la oquedad de su tronco para hacer una casa dentro del árbol, y allí vivió una familia durante años. Hoy en día la utilizan los pastores, como refugio, durante las tormentas. En su interior hay bancos para sentarse.

Aunque la comida estuvo muy floja, pasamos un buen día, hizo sol, con rachas de viento. Y, como de costumbre, reinó la armonía y buen humor entre nosotros.


Imágenes y escribe: Carmen Marco
Vídeo: Fina Morera