En la vuelta a casa siempre es un alivio encontrar todo igual en tu ciudad, pero uno no puede borrar los recuerdos de los dos últimos días en Eslovenia.
Los lagos del Anayet, han sido la imagen que en momentos de estrés ayudan a recuperar la calma. Creo que a partir de ahora, la imagen calmante será el cañón de Vintgar, cerca de Bled, con el ruido de sus aguas, el bosque de las dos orillas. Será la naturaleza más viva la que borre la posible llegada de un momento angustioso.
Pero allí no acabó los momentos vividos junto a la naturaleza eslovena. El lago Bled fue otro lugar maravilloso que pudimos contemplar desde los alto del castillo y luego desde el paseo por la orilla cercana a su Isla punto central del pacífico lago, que por cierto debido a su temperatura de 25 grados crecen los nenúfares.
Vuelta a la Liublana, y disfrutar de un café con una tarta sacher mientras en la calle los desvergonzados gorriones buscan los sobrecitos de azucar para vaciarlos.
Desde el café Zvezda los gorriones picotean el azúcar de los sobrecitos
La otra cara de la exuberante naturaleza vino el día siguiente en la visita a la grandiosa cueva de Postojna, que nos permitió ver alguna semejanza en las estatuas de Giacometti pero sin cabeza. Lo que no me enteré es en que lugar de la cueva estaba el «techo» ennegrecido por el tanque alemán que los partirsanos destruyeron en la segunda guerra mundial.
Y al final, la turbina del avión nos despertó de la modorra del regreso a casa.
(Texto y fotos de P.A.D.)