El primer día de mayo partimos temprano desde la estación del AVE, un grupo de 41 personas con destino a Plasencia. Un viaje cuya inscripción se completó en apenas 10 minutos ¡increíble!. En Madrid nos esperaba un autobús que nos llevó a Candeleda, donde comimos. Una villa fronteriza con Ávila, Toledo y Cáceres. En sus terrenos creó Alfonso XIII el Coto Real de Gredos donde abunda la cabra montesa que es el emblema de la población. Dimos un paseo para conocer esta antigua localidad que fue paso de la trashumancia de Extremadura a Castilla. Vimos la iglesia, el Ayuntamiento, una llamativa casa cuyos balcones están repletos de flores y alberga un museo de juguetes de hojalata. Por sus calles corren riachuelos de agua cristalina.
Por la tarde llegamos a Plasencia. El autobús nos dejaba y recogía todos los días al lado de la puerta de Coria, en el exterior de la muralla. El servicio del Paradorrecogió las maletas del autobús, debidamente etiquetadas, y las llevó a nuestras habitaciones. Tuvimos un alojamiento de lujo, con dormitorios amplios y el personal, muy amable. El Parador solo tiene capacidad para 132 personas, por lo que no hay aglomeraciones. El edificio, fue el convento de Santo Domingo, del siglo XV, está muy bien rehabilitado y adaptado a la hostelería. La iglesia de San Vicente Ferrer, que estuvo predicando por estas tierras, fue la capilla del convento. Los llaveros eran grandes y pesados.
El lunes nos adentramos en la Sierra de Gata con sus altas cumbres, algunas nevadas, valles fértiles, ríos que forman saltos de agua y piscinas naturales. Integra el paisaje de las Hurdes, que no visitamos. En esta zona se habla el mañego, una lengua romance que recuerda al asturiano, como indican los carteles anunciadores de comercios y hablan los propios vendedores. Abundan los castaños, alcornoques, encinas y vid, con la que elaboran el vino de pitarra y el aguardiente. Se produce el aceite de manzanilla, suave, amarillo, utilizado para aliñar ensaladas.
En San Martín de Trevejo vimos su calzada romana, casas de arquitectura popular, la plaza mayor con su fuente en el centro donde nos fotografiamos casi todos,… por sus calles baja el agua de la sierra, transparente y fría, a través de regateras a modo de riachuelos, para abastecer los campos que rodean la villa.
Trevejo, es una aldea de 24 habitantes donde no han llegado las máquinas de asfaltar. Sus casas se apiñan como un castro celta sobre un cerro pedregoso junto a las ruinas del castillo hospitalario, muy ventilado y con buenas vistas de la Sierra de Gata. Una lugareña, bastante mayor y robusta, nos dijo que aquel era el mejor sitio para vivir.
A continuación Hoyos, una localidad cercana a la Ruta de la Plata que fue residencia veraniega de los obispos de Coria y conserva varias casas nobiliarias donde habitaron los hidalgos. En el campanario de su iglesia románica ampliada gótica, había varios nidos de cigüeñas. Encontramos un mercadillo donde algunos compramos fruta.
Comimos en Gata, situada junto a la Vía Dalmacia que comunica Coria y Ciudad Rodrigo. Había un asentamiento judío que se exilió a Portugal en 1492. Posee casas nobles y de arquitectura popular. Sus calles son escaleras labradas en la roca, por lo que costó un poco llegar al restaurante. Nos sirvieron unas raciones abundantes pero el aforo del comedor era de 27 personas y nosotros 40. Está rodeada de castaños, robles, pinos, y olivos. Es frecuente ver mulas, caballos y ovejas por los alrededores.
La última visita del día fue para Robledillo de Gata, una pequeña localidad casi oculta por las pendientes del lugar entre los árboles de la zona. Es uno de los mejores ejemplos de núcleo urbano de carácter rural, dispone de diversa oferta hostelera. Tiene trazado medieval, calles empinadas, estrechas y serpenteantes, algunas transcurren bajo pasadizos formando pequeños túneles.
El martes lo dedicamos a Plasencia. Hicimos la visita a pie, nuestro guía nos recogió en el Parador a las diez de la mañana y nos dejó en el restaurante a la hora de la comida.No pudimos entrar a ver las dos catedrales que, como su homónima de Salamanca, forman una construcción unitaria. Estaban montando la exposición Las edades del Hombre y se encontraban cerradas a las visitas. Las conocimos por fuera y nos hicimos la foto de grupo delante de la fachada sur de la catedral nueva. Sí que accedimos al claustro del palacio episcopal. En sus torres habían anidado cigüeñas.
Callejeamos hasta el centro neurálgico de la ciudad, pasando por edificios civiles y religiosos de todo tipo, que nos fue explicando nuestro guía. También nos indicó dónde comprar dulces y productos de la tierra. Conocimos el barrio judío, llegamos a la Plaza Mayor, llena de cafeterías y restaurantes, presidida por el Ayuntamiento con su torre del reloj y el autómata encargado de dar las horas. Como era martes, había mercado que ocupaba toda la plaza. Este escenario fue el elegido porJoaquín Sorolla para representar a Extremadura en la serie Visión de España.
Nos dirigimos hacia la parte norte de la ciudad. Aunque llegamos con el tiempo justo, el conserje nos permitió subir a la Torre Lucía para poder contemplar la muralla y las vistas de Plasencia desde lo alto. Solo nos pidió que no demoráramos la visita porque tenía que cerrar el recinto. Fuimos buenos y cumplimos el acuerdo. Hay que reconocer que mereció la pena hacer esta visita rápida. No dio tiempo de ver los arcos de San Antón, como llaman los placentinos al acueducto, porque se hacía tarde para ir a comer. De camino al restaurante comenzó a llover un poco.
Teníamos la tarde libre por lo que cada cual pudo hacer lo que le apeteciera. Se podía dar un paseo alrededor de la muralla y contemplar sus diferentes puertas, el acueducto, el parque de los patos, donde abundan los pavos reales, el paseo fluvial de la isla, que en verano debe ser un enjambre de mosquitos,… El fuerte diluvio que cayó en Valencia durante esa tarde y noche, que nos dejó preocupados por si entraba agua en nuestras casas, en Plasencia, solo fue una lluvia que apenas llegó a mojar el suelo.
El miércoles conocimos el Monasterio de El Palancar, situado en Pedroso de Acim, fundado en 1557 por San Pedro de Alcántara, de la orden franciscana. Un edificio bien cuidado, considerado el monasterio más pequeño del mundo, en un paraje que transmite paz y tranquilidad. Junto al edificio antiguo se alza uno del siglo XVIII, que es donde viven ahora los monjes. Después de una explicación en la iglesia, también del siglo XVIII, pasamos al claustro de la parte nueva. Nos dividimos en grupos de siete personas para poder acceder ala parte antigua. Las celdas son tan pequeñas que los monjes dormían sentados, la celda de San Pedro es agobiante. Vimos el refectorio, la cocina, la capilla, todo de un tamaño que produce claustrofobia.
En Hervás se encuentra una de las juderías mejor conservadas de España, en el valle de Hambroz. Con callejuelas estrechas y empinadas, bares de tapas, comercios de artesanía local, por todas partes encontramos algún símbolo que nos recuerdan su pasado judío: estrellas de David, casas con vigas de madera y tejas, sus placitas con una fuente, los nombres de sus calles,… Vimos un callejón en el que apenas cabe una persona, el curioso patio de una vivienda particular decorado con multitud de cactus, el puente de la fuente chiquita, cuya piedra central es una lápida funeraria,…
Después de comer en Hervás nos desplazamos a la villa feudal de Granadilla, que fue desalojada a mitad del siglo pasado al ser declarada zona inundable. Vimos que se están haciendo trabajos de rehabilitación de este pueblo abandonado. Se podía subir a la torre del castillo, aunque estaba muy oscuro, había una buena panorámica desde arriba. Paseamos por el pueblo, da pena verlo tan desierto. Desde la muralla vimos los campos cultivados de algunas viviendas, y el embalse, causante del desalojo, no tiene pinta de desbordarse. La iglesia estaba cerrada con un reloj de sol en su torre.
El jueves nos adentramos en algunas poblaciones de la vera del Jerte, plagado de cerezas que todavía estaban verdes. Nos quedamos con las ganas de comer cerezas. Una pena. Cerca de Valdastillas, se encuentra la cascada del Caozo, de 30 metros de altura, que cubre la roca de blanco. Aunque había que ir con cuidado de no resbalar, el camino hasta la cascada, rodeado de robles y castaños, es de fácil acceso.
En Garganta la Olla, vimos la casa de postas, construida para hospedaje. La casa de las muñecas destaca por el color azul de su fachada, aunque es de propiedad privada, nos dejaron verla por dentro pero no pudimos hacer fotos. Muchas viviendas tienen en su fachada el año de construcción. Nos abrieron la iglesia, paseamos por el barrio judío donde abundan los soportales de madera, y terminamos en un puente medieval donde comienza la ruta que lleva al mirador de la Serrana, Isabel de Carvajar, a cuyas manos murieron muchos hombres. Adolfo nos contó esta leyenda en el autobús.
Comimos en Jarandilla de la Vega, una población de montaña con calles bastante empinadas. A continuación, la mayoría se quedó a tomar café en el Parador, antiguo palacio de los Condes de Oropesa. Última morada del rey Carlos I antes de su retiro al Monasterio de Yuste, que no visitamos. Algunos fuimos a conocer un poco el lugar. Lo que más llama la atención de su iglesia, son sus robustos muros, parece una fortaleza. Hay una ruta por los diferentes puentes que no había tiempo para poder disfrutar.
Al día siguiente debíamos dejar las maletas en la puerta de las habitaciones a las ocho, para que el servicio de El Parador las llevara hasta el autobús. En este viaje íbamos de marqueses. Cuando ya nos retirábamos a dormir, a un grupo se nos ocurrió visitar la bodega, habilitada para tomar una copa, hablar y escuchar música, en los fines de semana. Los asientos son camas, y el ambiente agradable. Estaba vacío.
Solo nos quedaba conocer el Parque Nacional de Monfragüe. El guía nos llevó a ver un audiovisual y explicó en una maqueta la distribución del Parque. Después fuimos al lugar donde confluyen los ríos Tajo y Tiétar, que lo atraviesan. Vimos los puentes del Cardenal, siglo XV, y de Alcántara, romano, que son los únicos pasos sobre el Tajo en Extremadura. Fue un lugar propicio para los bandoleros, conocimos la leyenda del salto del gitano. Carlos III estableció un destacamento militar para proteger la zona. Las aves son el grupo de vertebrados que más abundan en el Parque. Como nuestro guía llevaba un télex, pudimos ver buitres, cigüeña negra,… con total claridad.
Comimos en Navalmoral de la Mata. No visitamos la población de Romangordo porque no queríamos llegar apurados de tiempo para coger el AVE y tampoco sabíamos cómo estaría la entrada a Madrid. Al final, todo salió bien, y llegamos a Atocha con tiempo suficiente. Hay que agradecer a Adolfo sus frases del día, la película que nos puso para hacernos más ameno el trayecto a Madrid y la buena organización del viaje; y a Esther, que estuvo pendiente en todo momento por la buena marcha de cada día.
(Escribe: Carmen Marco)