Artículo escrito por las alumnas del Máster en Psicogerontología (en el marco de la asignatura Programas Intergeneracionales, prof. Dra. Sacramento Pinazo, tras la realización de una actividad intergeneracional realizada en la Universidad de Valencia): Verónica Alarcón, Raquel Alcocer, Lorena Andrés, MJosé Arnandis, Miriam Ayala, Verónica Correas, Claudia Delgado, Laura Galiana, Sagrario García, Estefanía García, Rocío Hernández, María Herrero, Teresa Mayordomo, Mar Milla, Lucía Parra, Cristina Pizarro, Matías Pulópulos, MJosé Rius, Alicia Sales, Silvia Sepúlveda, Raquel Vique.
¿Por qué a vecesuna pequeña diferencia es capaz de marcar una actividad, un día o incluso a unapersona? Eso me ocurrió hace unos días en clase, quizá fuera porque no esperaranada distinto de esa tarde, o quizá porque fue uno de esos momentos en los quealguien te recuerda que la vida está para vivirla y no tanto para pensarla.
Es 14 de abril de2011: entro en clase, un día más, busco mi sitio habitual pero está ocupado porpersonas que no había visto antes. Son un grupo de personas mayores quepertenece a la Nau Gran de Valencia. Y entonces recuerdo que hoy en clase,celebramos un encuentro entre generaciones, y pienso: “¡Vaya! Me podía habersentado al lado de ellos, ¿no es una clase intergeneracional?”
Una vez todossentados, y un poco más revueltos de lo habitual, la profesora comienza laclase y….sorpresa!!! Toca presentarse en público. La verdad es que sigo sinhabituarme a contar algo de mi vida, del por qué elegí el Máster dePsicogerontologia, cual es mi vocación, etc. Hoy hay personas nuevas y no sépor qué me afecta tanto. La verdad es que me ayuda mucho la forma que hantenido de presentarse Salva y Miguel Ángel que han sido los primeros. Risas,buen ambiente…me siento mejor. El ejemplo de Ilse me ha impactado. Habla acercadel esfuerzo y del proceso de integración que ha vivido por ser una inmigrantealemana. La clase trascurre, empiezo a escuchar a Llanos y más tarde a sumarido Rogelio; para mí son un claro ejemplo de envejecimiento activo y esto essólo el principio.
La profesorapropone una actividad para romper el hielo y conocernos entre los dos grupos.Al principio, me cuesta un poco preguntar a alguien que no sea de clase delmáster, pero me animo y voy hacia Ilse. Puede que ‘no gaste mi talla de zapato’o ‘se haya cambiado muchas veces de casa’, pero acabamos riéndonos de unatontería. Tras dar unas cuantas vueltas y preguntar a todos alguna cosilla, hayuna puesta en común y a otra cosa.
Después de estadiferente y divertida actividad, disfrutamos de la calma y de las buenasconversaciones. Nos juntamos en pequeños grupos: cada grupo está conformado porvarios compañeros de clase y uno de ‘los nuevos’, y conversamos, debatimos eltema de las diferencias de género en el ámbito laboral, el machismo ayer y hoy,la conciliación familiar y la igualdad en el trabajo, todo a raíz de un texto quela profesora nos facilita. Me doy cuenta de que las cosas no han cambiadoapenas con los años, aunque a veces nos creamos tan modernos.
En eldescanso, nos sentamos con ellos a tomar el café: risas, buen humor y unascuantas historias de la mili nos llevan a hablar de la democracia, la libertady la opresión pasada…
Volvemos a clase;ahora el ejercicio lo realizamos con otro ’de los nuevos’, y pensamos sobre cómoles gusta vivir a los mayores: si solos, acompañados o en una residencia. La conversación noslleva a hablar además sobre las parejas y la forma de tratarse.
Llega la terceraactividad; se vuelven a formar subgrupos pero en esta ocasión de mayor tamaño. Latarea consiste en diseñar actividades para un programa intergeneracional en elbarrio de Ruzafa con personas mayores de 60 años de la zona e inmigrantes. Laprofesora nos da el proyecto ya diseñado, y nos explica las características delcaso. Nos ponemos en marcha. Me fascina la gran participación que hay hoy enclase – ¡cómo nunca!-. Creo que la gente está feliz. Nos miramos los unos a losotros y proponemos nuevas formas de plantear el proyecto. Sugerencias, ideas yaportaciones diversas; cada uno plantea su punto de vista y sus vivencias, algoque no siempre podemos expresar o integrar en los trabajos que se nos pidenhabitualmente en el aula. Esto hace que nos sintamos más cómodos y capacitados.
Llega el momentofinal de la tarde. El tiempo se ha ido volando. Han pasado ya cuatro horas enlas que apenas me he dado cuenta de que la profesora estaba en clase. Realmentesu labor ha sido la de ‘conductora’, ‘animadora’, ‘elicitadora decomportamientos’. Nada directivo. Simplemente: posibilitar que las cosasocurran…Ni más ni menos. Ahora, nos reúne a todos. Cada uno comenta susimpresiones sobre la clase de hoy, y nos pide que lo plasmemos en una solapalabra o dos. El sentir general es muy positivo. Todos muy contentos por laexperiencia. Agradecidos por haber vivido lo vivido. Palabras como: “compartir, observar y reflexionar,enriquecedor, interesante, motivación, alegría, admiración, sentimiento debienestar, curiosidad, un dia más, útil y provechoso, satisfacción yadmiración, curiosidad, cercanía, aportación de nuevos puntos de vista,igualdad, creencia en la intergeneracionalidad” resumen el sentimiento delgrupo.
Compartir con personas de más de 55 años unas horas ha sido suficientepara darnos cuenta de que en un contexto distendido de aprendizaje en el que seanima a compartir experiencias, o simplemente el hecho de poder mantener unaconversación acerca de temas que a todos nos interesan, ha producido unacohesión grupal que durante varias horas ha dejado de lado nuestra fecha denacimiento. Poco a poco han ido poniéndose sobre la mesa las distintasvivencias y unos han aprendido de otros, sin juzgar ni ser juzgados. Y sinponer barreras.
Por todo esto y más, la intergeneracionalidad cobra gran importanciaen nuestro día a día. Las personas mayores forman parte de nuestra existencia ydeben permitirnos formar parte de la suya; a partir de ahí se pueden crear contextosde participación y apoyo mutuo que proporcionen beneficios a nivel personal,emocional, académico, social y psicológico. Porque compartir nos hará fuertesante nosotros y ante la sociedad.
Con este sencilloencuentro intergeneracional nos hemos dado cuenta de la necesidad de lucharcontra las barreras y muros que a menudo existen entre generaciones; esimportante desterrar la idea de que por motivos de edad y en virtud del númerode años, una persona debería hacer lo que socialmente está considerado que lecorresponde hacer o donde se supone que debe hacerlo. Esta es una ideaobsoleta.
Despedidasafectuosas, abrazos, sonrisas, intercambio de teléfonos y direccioneselectrónicas…con el deseo de volver a encontrarnos, nos hemos ido yendo cadauno a su casa…Pensaba para mis adentros: “entodo lo que llevamos de curso ningún día nos hemos despedido así, ni nos hemosido todos con una sonrisa tan amplia escapando de nuestras bocas”…
Me subo al tren yrecuerdo algo que la profesora dijo ayer en clase “en el 2012 se celebra el año europeo del envejecimiento activo y lasolidaridad entre generaciones”. Además, cualquier encuentro entre personasde diferentes edades no puede ser llamado ‘programa intergeneracional’. Ya queun programa intergeneracional se define como una o varias actividadesintencionadas, voluntarias entre personas de diferentes generaciones (mayores yjóvenes) con el objetivo de aprender y beneficiarse mutuamente.
La profesoratambién habló de que este tipo de relaciones proporcionan numerosas ventajaspara ambas generaciones. Por ejemplo, facilitan a los mayores un medio detransmisión de la cultura y las tradiciones a las nuevas generaciones, a la vezque mejoran la manera que tienen de percibirse a sí mismos. Los jóvenesimplicados en programas intergeneracionales ganan un conocimiento y un apreciopor la vejez, conociendo más sobre su pasado, ayudándoles a entender mejor supresente y preparar su futuro.
Granville y Elis,dos expertos en intergeneracionalidad dicen que todo programa intergeneracionalpara que pueda denominarse así: ha de estar diseñado específica eintencionadamente para alcanzar sus fines; debe haber sido `planificadocuidadosamente; todas las personas que intervengan en el programa debenentenderlo; tiene que conseguir un impacto positivo para las generacionesparticipantes
Así pues, en lasesión vivida hoy en clase hemos podido extraer mediante nuestra primera experienciaen una sesión intergeneracional, que este tipo de encuentros son capaces deaportar tanto beneficios a los mayores como a los jóvenes participantes,capacitarnos para poder aprender y afrontar nuestras vidas de forma íntegra ysin dejarnos llevar por los estereotipos o lo que se espera de cada uno, siendouna nueva forma de solidaridad de creencia acerca de los beneficios que nospuede aportar la relación de reciprocidad que se forma. Debemos potenciar elsentimiento de implicación, y de correspondencia, el futuro nos dirá si hemosacertado, pero hasta entonces no abandonaremos la posibilidad que supone eltrabajo intergeneracional.
Al fin y al cabotodos somos personas independiente de la edad, tenemos sentimientos, ideas, valores, opiniones,todas propias y genuinas. Cada aportación puede considerarse única eirremplazable.
A lo largo denuestras vidas hemos tenido la oportunidad de aprender y compartir con losmayores, pero hemos dejado pasar esas oportunidades que la vida nos habrindado. Considero que encuentros de este tipo volverían a fortalecer larelación entre generaciones que hemos tenido hasta ahora, donde la experienciay sabiduría es un valor social, tanto el joven como el mayor tienen mucho quedecir y aportar a esta sociedad. Tal vez debemos valorar la idea de que losobstáculos que nos impiden el contacto intergeneracional no existen a pesar de lasociedad sino que aparecen a causa de esta.
La esencia delser humano no se pierde a pesar de los años y por lo tanto nos mantenemossociales y con necesidad de interacción. Que mejor oportunidad para estainteracción que la experiencia intergeneracional en la que poder compartir conla filosofía que los años no impiden ni dividen, sino que en ocasiones puedensumar en vivencias, valores y aprendizajes.
“Los que en realidad aman la vida son aquellos que están envejeciendo.”
Sófocles(495A.C.-406 A.C.)