HASTA SIEMPRE, HIJO MÍO (4) de Wang Xiaoshuai
EL PASO DEL TIEMPO
Wang Xiaoshui, nacido en Pekin en 1969, ha realizado alrededor de quince largometrajes, siendo casi desconocido su cine en España siendo quizá su filme, La bicicleta de Pekín, el más conocido, de cualquier manera en forma muy limitada.
Nos llega ahora, en explotación reducida a salas en Versión original y en algunas, poca, copias dobladas, su último, y sorprendente filme. Su duración, en principio, es para echarnos atrás, algo más de ¡tres horas!, poco tiempo, en realidad, para contar una serie de acontecimientos que ocurren a dos matrimonios amigos, con derivas muy diferentes, a lo largo de treinta años, lo que supone no sólo referirnos a sus historias sino también a la Historia del país, a una China que desde la pobreza ascienda, en las grandes ciudades, a la riqueza, el progreso, los avances en cualquier sentido. Ciudades, establecimientos, servicios e…ideas cambian a lo largo de ese periodo de unas vidas, al mismo tiempo que los sucesos vividos por los protagonistas.
Puede pensarse que tres horas pueden con cualquiera, y no digamos si además la película procede de un país oriental, donde predomina, en sus narraciones, la lentitud: Pues bien, en este filme chino, no hay lentitud, los acontecimientos se suceden de forma que, aunque parezca mentira, se nos hace corto. Ese milagro se logra construyendo unas historias de la Historia y darles un tratamiento de melodrama, pasando muchas cosas, peo, y esto es lo más original en forma de puzzle, es decir los treinta años que conforman el filme no son narrados n orden cronológico sino alternando lo tiempos, pasando de uno a otro, volviendo al primero, o a otro tiempo y todo ello sin una voz aclaratoria. Los vestidos, las casas, los personajes, los lugares en los que viven, los adelantos (teléfonos, coches, radios, televisiones, nivel de vida) van señalando el momento en que tiene lugar lo que vemos.
El comienzo, soberbio, señala la propia contradicción de un país enmarcado en la revolución cultural. En primer plano aparecen dos niños nacidos el mismo día y cuyos padres son respectivamente las dos familias protagonistas. Cada familia, es un dictado de Mao, no puede tener más de un hijo. Los dos niños están sentados al lado de unos árboles, debajo de ellos fluye un riachuelo donde se bañan otros niños. En un plano sostenido vemos, primero, a los niños de espadas, luego de frente, y a su lado tienen las mochilas colegiales. Se está en plena revolución cultural como muestran los pañuelos rojos que portan los chavales al cuello. Pero, en ese plano, aparece la disonancia, la presencia de otro mundo que, en definitiva se añora: una de las mochilas lleva la imagen de unos personajes de Disney. O sea, el pensamiento en otro mundo lejano. Un plano exacto, sin forzamiento, dado así de manera simple sirve para adentrarnos en la película, y en un determinado momento Histórico. A partir de ahí se producirá, no visionado en ese momento, el drama: la muerte por ahogamiento en el río de uno de los niños y la culpa que su amigo arrastrará a lo largo de su vida.
Ese ahogamiento, en un momento, nos dará a conocer lo que supone la pérdida en los padres, el fracaso de su vidas, y también de paso para conocer la realidad de lo que un hospital en aquel momento. Instante que se corresponderá con otra carrera para salvar una vida (narrada de forma idéntica a la carrera del padre llevando a su hijo al hospital) del mismo personaje, pero en el hoy, aunque ahora se trate de salvar a su mujer que ha querido suicidarse. Tiempo diferentes, otros remedios más efectivo, novedosos, lugares opuestos, soluciones distintas.
Amores, hijos que no podrán nacer porque el Estado lo prohíbe, redención y culpa, silencios, hijos deseados e historias de amor escondidas, vidas y muertes. Devenir de dos familias distintas, separadas y vueltas a juntar ante la muerte de la mujer del triunfador, la madre del hijo que ha seguido viviendo. Planos largos, emotivos, mentiras y verdades, emotivas y sentimiento. Ese es el gran secreto de una película grande en todo, en su vibrar, en la manera de contar muchos momentos como ese casi final en el que se visita la sepultura del hijo muerto, enterrado en un cementerio a cuyo lado pasa una moderna autopista.
Rodada con abundancia de planos generales, donde el primer plano, y menos el inserto (uno hermoso: las manos de los esposos uniéndose en su viaje en avión a ver a los amigos, que les han pagado el viaje, y sentir turbulencias) aparecen. Casi siempre hay algo, un objeto, una puerta, una ventana, que nos aleja de la situación, del momento como ocurre en el hermoso cierre de la llamada, por videoconferencia, y que encierra la verdad y la mentira y al mismo tiempo como ha ido señalando el tiempo, y marcando, a cada de uno de los personajes. Atrás queda otro mundo, otros sentidos. Delante el tiempo actual. Un gran final para una hermosa y emotiva película. Un ejemplo de lo que puede dar de sí, venga de donde venga, un excelente melodrama.
MIENTRAS DURE LA GUERRA (2) de Alejandro Amenábar
ENTRE DOS BANDERAS
El inicio, con los créditos iniciales, viene dado por la imagen de la bandera republicana llenando la pantalla. En los letreros de crédito finales la bandera que abarca toda la pantalla es la nacional señalando el paso de una situación a otra. En el medio, una parte de la Historia, vista o revisada por Amenábar, de esa Historia que llevó al país a una guerra (in)civil. El enfrentamiento de los dos Españas (los hunos y los hotros como decía Unamuno).
El filme toma como protagonista al personaje que fue considerado, y aún lo sigue siendo en su Salamanca, como un gran pensador, escritor, orador, al tiempo que polemista, capaz de cambiar de una opción a otra, dubitativo, obsesionado con la muerte, proclive a la melancolía, discutidor por naturaleza al poner en evidencia, las convicciones de los otros: Miguel de Unamuno. No es el único personaje del filme, y ahí comienzan, y no únicamente los graves problemas que aquejas a este endeble filme. El protagonismo del escritor se cruza con el de otros personajes y otras historias, haciendo que la película no se centre en el personaje principal y su devenir sino en otras historias que, eso sí, tienen que ver con el momento narrado y de forma directa o indirecta con el personaje clave. Junto a su figura aparecerán otros protagonistas o responsable de aquellos momentos (ni siquiera falta una especie de documental pasado a Franco en plena guerra sobre la defensa del Alcázar de Toledo) así como se da paso a vivencias de acciones o seres inmersos en esos momentos históricos: dos de los amigos de Unamuno de conversaciones y paseos, Franco junto a su mujer e hija (Carmen y Carmencita), Millán Astrai, el general Cavanillas, Mola, dos de las hijas de Unamuno: Felisa y María (1)
El filme comienza con la lectura del parte (más o menos real) de guerra que tuvo lugar un soleado domingo de julio (19) al mediodía (en pleno paseo de la población) en la Plaza Mayor de la ciudad. Una compañía militar y su mando, lector del manifiesto, se adueñaron del recinto y terminaron disparando de forma indiscriminada ante la provocación de unos jóvenes. Amanábar evita mostrar en las imágenes los disparos, las muertes citadas en un dialogo posterior. Luego, la película, muestra a Unamuno preparándose para salir de su casa con los dos amigos con lo que (se empreña en afirmar la película) siempre salía a pesar de la oposición de una de sus hijas ante lo que está ocurriendo. Una escena familia que sirve para, ¡cómo no!, repetir enfrentamientos (centro del filme) ahora entre las dos hijas (y el nieto) presentes del rector y que suponen aptitudes diferentes.
Si el personaje de Unamuno hosco, ausente, enfadado, gruñón oscilando a través de , emociones o sentimientos de un parecer a otro, poco tiene que ver con el Unamuno auténtico, menos aún tienen con ver con la realidad, o con cualquier planteamiento serio de representar a unos seres existentes (o no) algunos de los protagonistas tas de aquellos lamentables acontecimientos. Sus caracterizaciones son elementales, los personajes son de una pieza, sin consistencia alguna, caricaturescos al máximo como es el caso, sobre todo, de Millán Astray del propio Franco. Y otros ni eso, al ser simples acompañantes de la historia sin ninguna relevancia en su dibujo o su presencia, a no ser pronuncien una frase, una negación o un asentimiento, ese que el director quiere dar como la desafortunada frase de la mujer de Franco al final del filme.
De escenas inverosímiles la película está repleta. Son inverosímiles porque ante todo son momentos-ideas y no otra cosa. Tal es el caso de la bandera que Franco impone mientras una serie (numerosa) de soldados saliendo de no sé sabe dónde e imposible cantidad de gente llenan la plazuela donde se pone la bandera para cantar (?) el himno nacional y dar los gritos y vivas de rigor. Sin duda éste es una de las escenas más sonrojantes del último cine español… y más allá. Un momento, cómo he dicho, donde una gran multitud, en unos segundos llena una plazuela, lo cual resulta incomprensible con el resto del filme en el que la gente, en las calles y plazas de Salamanca, está ausente, de forma que Unamuno sólo o con su dos amigos parezcan ser (casi siempre) como los únicos habitantes de una ciudad fantasma.
Podíamos citar también el momento en que el soldado analfabeto (para que el espectador comprenda lo importante que era Unamuno) pide un autógrafo a Unamuno, personaje por otra parte metido con calzador en la narración (¿un gerifalte?) para propiciar la entrada del protagonista en la residencia (el Palacio Episcopal cedida por el obispo de la ciudad) de Franco. O la forma de explicar el extraño nombramiento de Franco como General en Jefe por medio de la votación, que, sí, tuvo lugar.
La parte final (apoteosis de la toma de conciencia de Unamuno) se centra en el acto mal conocido celebrado en el paraninfo de la universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936, con motivo del día de la raza que a pesar de lo que indica el filme fue presidido, como era preceptivo, por Unamuno, al ser el rector de la Universidad.. Tal celebración ha dado pie a la proclama de unos discursos cuya realidad, en conjunto, no está totalmente probada. Ni mucho menos, se puede pretender que aquel acto, y las palabras escuchadas, llevarán a nuestro personaje a una absoluta concienciación/pronunciamiento en contra de aquella guerra lanzada contra la Republica. Ni siquiera está claramente documentado que impidiera (o algo así) la mujer de Franco su linchamiento la mujer de Franco, elevado, ese hecho, en el filme por el director en el plano de la mano de la salvadora entrando en plano: ¡Inenarrable! Las pocas fotografías que se conservan de aquel acto corresponden a la terminación de tal acto y en ellas (Unamuno aparece rodeado de falangistas, militares, del Obispo) no se encuentra la mujer de Franco.
Estamos ante un filme mediocre y anodino aunque pueda que para alguien resulte eficaz, de ahí ese dos (probablemente excesivo) con el que le he punteado. Quedan al menos algunos momentos (Franco convirtiendo la guerra en un movimiento santo: acude, ante la sorpresa de su mujer, al rezo que ella y su hija realizan) y unas, en general, excelentes interpretaciones sobresaliendo la de Karra Elejalde como Unamuno y la ese excelente actor que es Eduard Fernández como (dentro de lo caricaturesco que se ha otorgado al personaje) Millán Astray.
Un personaje de tantas aristas, tan complejo como Unamuno merecía mucho más que esta crónica elemental, simplista e inexacta.
AD ASTRA (1) de James Gray
LO MEJOR: QUEDARSE EN CASA-
No se entiende demasiado de donde procede el prestigio de James Gray. Resulta sorprender el respaldo que algunos críticos conceden a películas como La otra cara del crimen, La noche es nuestra o Dos amores. Y no digamos de El sueño de Ellis o Z, la ciudad perdida. Sus temas preferidos son el de la familia americana con, de forma diversa, el enfrentamiento padre-hijo (culpa, liberación…). Lo cual no quiere decir mucho, ni a favor ni en contra. Eso sí, su forma de plantear los temas se abre a propuestas o conclusiones claramente reaccionarias.
Con Ad Astra nos encontramos con más de lo mismo pero, eso sí, publicitado de una forma impresionante tanto en televisiones, como en diarios digitales y en revistas de todo tipo, sin olvidar claro las genéricas de cine, que, en algún caso, incluso, le han llegado a ¿regalar? la propia portada.
Gray posee una decidida voluntad de dejar claro la significación de lo que desea, pero lo hace de un modo inconexo y difícilmente asumible. En su totalidad este filme no parece sino una especie de contestación al maravilloso 2001, una odisea del espacio, aunque también se fija en títulos como Gravity, El primer hombre e Interestelar.
Mientras en el filme de Kubrick se tendía a la búsqueda de lo desconocido, de una nueva raza de seres inteligentes existente en algún lugar de la galaxia, Gray opta, desde esa premisa, por negarla, rebatirla a partir del encuentro del protagonista consigo mismo. Su argumento, con referencias a El corazón de las tinieblas de Conrad, narra como el protagonista, trata de llegar a los confines de nuestro sistema solar para encontrar a la nave que pilota su padre y que, al parecer, trata de destruir la tierra (nos figuramos que también todo el sistema solar) por medio de unos rayos. Por ahí el filme parecería una mala copia de aquellos títulos serie Z, muchos de jornadas, de los años treinta/cuarenta pero en realidad, tal propuesta, es una trampa para promover la reflexión de nuestro personaje en la búsqueda del padre perdido, alcanzado su destino al desligarse del padre, en un encuentro forzado, romper ¿el cordón umbilical? y concluir que eso de buscar otros seres en el espacio exterior es absurdo. Lo bueno, es la conclusión de Gray: no existen más que los humanos. En otro lugar, excepto en la tierra, no hay habitantes por tanto lo que se debe hacer es quedarnos en casita junto a los nuestros viviendo en el AMOR, centro de todo. Evitar, entonces, separase de los hijos, cuidarles, darles, por supuesto, amor y no abandonarles. Faltaría más.
Todo este mensaje lanzado a través de una historia que no se sostiene desde una verosimilitud y desde una visión más o menos ridícula. Así, por ejemplo, son muy turísticos los viajes a la Luna y hasta Marte, con gentes que compran regalos (¿rocas lunares?) y se fotografían en cráteres y demás. Y, muy importante andan por esos lugares como si estuvieran en la tierra ignorando la gravedad existente. Un ejemplo es la incongruente secuencia de una persecución de vehículos en la luna, sin sentido alguno, provocada por unos ¿piratas espaciales? (recuerdo de la serie guerra galáctica) como si se estuviera en la tierra. Es como una persecución, sólo que mal rodada, de coches en una película de acción.
No terminan ahí los males o las incongruencias, Vean algunas: el capitán de una nave antes de despegar reza a ¡San Cristobal!; nuestro protagonista se cuela, a través de una especie de alcantarilla marciana, en una nave que macha con destino a los confines del universo, para destruir aquella nave que ha producido todo el conflicto, y mandada por el Padre; las bases situadas en la Luna y en Marte son como un mal chiste: quienes circulan, o se encuentran en ella, parecen oficinistas o personas empleadas en cualquier oficina de la NASA, u organismo similar, de la Tierra; los personajes secundarios aparecen o se eliminan cuando el guionista/director lo cree conveniente, como es el caso de la mujer nacida en Marte o el interpretado por Donald Sutherland; la secuencia de la nave experimental con los simios sólo tiene el sentido de alargar la película; Tommy Lee Jones, que interpreta al padre de Brad Pitt, lleva años y años sin salir de la nave abasteciéndose de ¿sus compañeros eliminados?
Un error, tal como se desarrolla todo, como forma de dar vida a un relato interiorizado de los problemas y elucubraciones de Brad Pitt.
Y al final lo dicho lo mejor es quedarse en casa y dejar de buscar otros mundos. Para qué, si ya tenemos el nuestro.
Escribe: Adolfo Bellido López