Martin Scorsese con cerca de 30 largometrajes realizados (sin contar los cortos y algunos de sus documentales televisivos) y haber producido más de setenta películas, se ha enfrentado a su película más larga, tres horas y media, que supone todo un compendio y resumen de los filmes que ha dedicado a la mafia o al mundo del crimen organizado (Uno de los nuestros, Casino, Gangs de Nueva York, Infiltrados). Un proyecto que le ha llevado doce años y que ha conseguido ponerlo en práctica gracias a la plataforma Netflix, ya que por su envergadura ninguna productora quería asumir tal propuesta. No sólo lo que suponía realizar una película tan larga sino el poder contar con grandes actores como Robert de Niro, Al Pacino, Joe Pesci, Harvey Keitel. Y un sistema de producción, además, enormemente complejo. Por cierto, por primera vez de manera física, aparecen en pantalla De Niro y Al Pacino después de haber actuado en alguno de los Padrinos de Coppola, y que sí eran también los actores principales de Heat (1995) de Michel Mann, pero, caso curioso, en este filme no coincidieron en el rodaje ni un solo día, aunque haya escenas en las que aparezcan ambos, debido a esas maravillosas trampas que el cine es capaz de preparar.
Sí, aquí están los dos grandes actores es, sin duda, porque estaban en El Padrino II, ya que Scorsese en cierta manera rinde también un homenaje a la película de Coppola, de la que, en cierta manera, deriva y se sustenta.
Como la película ha sido producida por la plataforma Netflix es ahí donde sobre todo se podrá ver, aunque como anticipo, aparte de haberse proyectado en algún festival de cine, también se puede ver en una serie de cines (muy pocos) siempre que su proyección sea durante solo once días y en versión subtitulada. Después de los once días sólo podrá accederse a ella en la correspondiente plataforma audiovisual. Algo que ya se conformó el pasado año con otras dos producciones de Netflix como fueron La balada de Buster Scrugg de los hermanos Coen y de Roma de Cuaron. Y que tendrá, este año, prolongación inmediata con Historia de un matrimonio de Noah Baumbach. Se agradece ese buen sentido de Netflix permitiendo que unos cuantos espectadores puedan acceder en pantalla grande, en una sala de cine, a visionar tan estupendos filmes, aunque la verdad tal favor lleve implícita la búsqueda de un gran reconocimiento como es el que esas películas puedan ser consideradas por la Academia de Cine Americana como candidatas a los Oscar. De todas maneras, sea como sea, es estupendo que tales proyecciones, aunque limitadas, se hayan podido ver en los cines.
Esta excelente película de Scorsese se basa en el libro de Charles Brand I Heard you paint houses (en España lo ha publicado la editorial crítica con el título Jimmy Hoffa caso cerrado). El autor al parecer entrevistó en la residencia de mayores a un gangster de poca monta, Frank Sheeran, que se convertiría en el protagonista del libro, y que aseguraría (aunque sin seguridad alguna) ser quien mató a Hoffa, el gran poderoso jefe sindical y de quien Sheeran era su amigo y confidente.
En el relato veremos la verdad (o falsedad) enunciada por Frank, personaje protagonista del filme e interpretado por Robert De Niro.
La película comienza con un impresionante travelling made in Scorsese, que rebusca a lo largo de los pasillos de una residencia de mayores hasta llegar al personaje de Frank, en silla de ruedas, y que mirando al espectador comienza su historia. Una historia que se abrirá en vueltas y revuelta, en marchas adelante y atrás, para dar a conocer el ascenso de tal personaje, producido por un casual encuentro con un jefe de la mafia, y su implicación en el mundo del crimen. De un simple conductor de camiones repartiendo carne termina convertido en amigo (o ejecutor de sus órdenes) de los principales mafiosos como Russell Buffalino (Joe Pesci) o Angelo Bruno (Harvey Keitel) y al que unirá una gran amistad con el citado sindicalista, una persona con enorme poder, Jimmy Hoffa (Al Pacino).
Recuerdo sobre recuerdo El irlandés describe el tortuoso camino seguido por Frank hasta, al final de su vida, terminar sólo, abandonado esperando la muerte y rumiando su culpa y la imposibilidad de un perdón. Si, como decimos, el filme se inicia con Frank contando desde sus días terminales su historia, todo él (desde un planteamiento simbólico) se planteará como un viaje: el que Frank y Russel harán con sus mujeres en un largo trayecto en coche, de días (alargado por las constantes peticiones de las mujeres que quieren fumar, algo que el mafioso tiene prohibido en el coche), lo que supone, en cada parada, llevarnos a otros recuerdos anteriores que concretarán el encuentro entre esos dos personajes y la necesidad que la mafia va teniendo del brutal Frank encargado de pintar casas, es decir de matar a quienes se le ordene. El nombre de tal oficio se debe a la sangre que chorreará, después de cada asesinato, por las paredes de la casa.
Dentro de este viaje metafórico asistiremos, en el paso de años, a amores, bodas, nacimientos y… hechos históricos. Por una parte la familia (sea bien de origen italiano o irlandés) es, a su manera claro, religiosa por eso bautizan a los hijos, se casan por la iglesia, por otra poseen unos determinados códigos de honor y fidelidad y, en fin, todos ellos sirven a unos determinados fines sociales y políticos, de ahí que la película pueda verse también como una historia de una América hecha a base de violencia y de extorsiones. Una historia que comienza, la del filme y más allá, en la II Guerra Mundial y va, en la película, hasta finales del siglo XX. La violencia dE Frank queda definida por su frialdad en la guerra, la manera en la que ha tratado a los prisioneros, la de sus patrones en la guerra sin cuartel entre las familias para apoyar a tal sindicato o a tal político. No es casual que varios importantes hechos históricos, a través de conversaciones o de las noticias de la televisión, aparezcan en el filme: el triunfo de Castro, la elección (y asesinato) de Kennedy, la fallida intentona de echar a Fidel Castro (la invasión de Bahía Cochinos), la subida al poder de Nixon, el Watergate, la guerra de los Balcanes… Todo ello forma parte de la Historia y de una historia contada en la película y donde las piezas del tablero son movidas por el poder de la mafia, que enuncia su poderío con los anuncios que va realizando (matanzas, explosiones de coches, arruinar negocios).
Uno de las personas más influyentes en este periodo fue el sindicalista Jimmy Hoffa, que desapareció sin dejar rastro, en julio de 1975, después de haber acudido a una reunión con un mafioso. En la película Frank, su amigo e íntimo en la familia, aparece como el asesino. Un asesinato que, ordenado e imposible de rehusar por su jefe, lo realizará él de forma rápida sin que Hoffa sea consciente de ello. Antes hemos visto como impide Frank que uno de los mafiosos se siente en la trasera del coche para evitar, desde allí, estrangule a Hoffa. Este sindicalista había sido el protagonista de la película Hoffa, un pulso al poder (1992) dirigida por Danny De Vito y con guión de David Mamet. En aquella ocasión el actor que interpretaba a Hoffa era Jack Nicholson. Aquí es Al Pacino. Su aparición en pantalla, antes de la hora del comienzo, eleva mucho el filme. Su personaje, y la interpretación, mediatizan la narración.
En El irlandés, por cierto conteniendo a veces escenas de diálogos jugosos y divertidos (por ejemplo cuando, ya anciano, en la residencia, le dicen a Frank, al pedir la presencia de su abogado, que ha fallecido lo primero que se le ocurre es preguntar ¿quién lo ha hecho?), las mujeres están ausentes a pesar que su presencia sea importante por momentos. Basta por ejemplo definir con unos planos a la hija mayor y predilecta de Frank, que siendo, en su niñez, participe de la violencia del padre, reniega de todo ese mundo (salvo el cariño que siente por Hoffa) para terminar despreciando al padre (una escena magnifica con el padre tratando de hablar con ella, ya anciano y con muletas, en la oficina donde trabaja y su negación a hacerlo).
Ni mujeres, ni prácticamente policías tienen protagonismo (las mujeres sin embargo, si, para los mafiosos son importante al forma parte de su familia) en un relato sobre la violencia, el poder y… el declive representado por la muerte, o la proximidad de ella, en la ancianidad. La última parte muestra a los poderosos convertidos en unos juguetes rotos, en la cárcel o en un hospital, si antes, como se encarga la película de mostrar, cuando salen los mafiosos muertos violentamente, por medio de un letrero sobrepuesto a la imagen indicando la forma en que se ha producido su ejecución.
El filme es, pues, el camino de alguien que espera, pasando repaso a su vida criminal, la muerte solo en una residencia tratando de encontrar la razón de su vida y de la muerte que le espera. Un bello plano final, con un recorrido, parecido al del principio, sobre el pasillo de la residencia, conduce después de un traveling que sigue a la enfermera que acaba de dejar el cuarto de Frank, invierte su recorrido pasando de la luz a la oscuridad y llevando nuevamente (en el salto del tiempo: de la luz a la sombra) a la habitación del anciano: Frank trata de rezar, aunque ni siquiera sabe ya hacerlo, siguiendo las palabras del sacerdote de la residencia. Al dejar la habitación el sacerdote, Frank pide deje la puerta entreabierta. Y ahí sobre esa puerta sin cerrar concluye brillantemente esta larga historia de un grupo criminal y de un país nacido de una violencia que ha seguido presente a lo largo de toda su Historia. Gran película de Scorsese sobre el apogeo y decadencia de la mafia, así como también el de una poderosa nación.
Escribe: Adolfo Bellido López