HISTORIA DE UN MATRIMONIO (4) de Noah Baumbach
Entre Ingmar Bergman y Woody Allen
Al comienzo del filme ambos protagonistas casados (Charlie y Nicole) hablarán (al espectador) de las cosas que admiran de su cónyuge. Nicole (Scarlett Johansson) y Charlie (Adam Driver, un actor que se mueve entre películas independiente y otras, como las última de Star War, enormemente comerciales) explicarán, y visualizan lo que representan los hechos cotidianos de una vida pareja con sus alegráis, sus encuentros y también sus distancias.
Lo que el espectador quizá no sepa en ese comienzo no es sino la visualización de unos escritos que ambos han preparado para ser leídos delante de un terapeuta, al que acuden en un intento de salvar su matrimonio. La segunda secuencia muestra ese momento donde tratan, además, de evitar acudir a los abogados en su proceso de ruptura, al que se enfrentan luchando por la custodio del hijo. Años antes de rodar este filme, Noah Baumbach había realizado otra película sobre un divorcio, su primer filme de interés, Una historia de Brooklyn (2005), en la que contaba la separación entre sus padres, ambos escritores y críticos de cine. Allí el personaje del hijo era un símil del propio Noah. Ahora años después el niño es otro, semejará al propio hijo de Noah, mientras que Charlie será, en gran parte él mismo, refiriendo (y no sólo) su divorcio de la actriz Jenifer Jason Leigh ocurrido hace unos años. El filme habla, pues, aunque vaya más lejos, de un proceso real de divorcio que se encadena a otros como, por ejemplo, el de la propia protagonista, una excepcional Scarlett Johansson, viviendo en los momentos del rodaje su propio proceso de divorcio.
Historia de un matrimonio es, sin duda, la mejor película, hasta la fecha, de su director. Es claro, y el mismo lo dice, que la influencia mayor se deba a Bergman y la excelente Secretos de un matrimonio, pero exclusivamente en cuanto se refiere a la destrucción del matrimonio, no en la forma de producirse, tampoco en la forma de presentar a los personajes o sus motivaciones, ni siquiera existe, de forma física, la violencia (si interna) con la que se agredían los dos esposos bergmanianos. En ambos casos se parte de planteamientos autobiográficos, aunque ocultados o redondeados no sólo por los propios sino también por los de otros, de forma que el caso particular, que supone el fin de la relación, se generaliza.
Nicole y Charlie tienen en común el mundo de la representación, del teatro y del cine (o de la televisión), al que perteneces. En su relación personal-profesional les ha unido el amor y la presencia del hijo que han tenido. Sus caracteres son distintos, también la forma en la que viven su relación. Por de pronto Charlie domina a Nicole, ha sido, digamos, eclipsada por él. La dirige en el teatro y también en su vida. No hay vida propia en la mujer. Será ella quien decida romper.
La separación entre ambos poco a poco va imponiéndose al existir una gran distancia entre ambos, al trabajar en ciudades diferentes: ella trata, por su cuenta, en la huida del marido, de triunfar en el mundo del cine y la televisión aunque sea realizando anuncios publicitarios en Los Ángeles, mientras Charlie dirige sus obras teatrales en Brooklyn, clara dificultad sobre todo para llegar a un acuerdo para obtener la custodia compartida de su hijo.
Bergman está en el argumento, pero también en la realización. Los planos de ambos personajes superpuestos en algún momento, completando la pantalla con sus caras a uno y otro lado de la pantalla citan más a Persona que a Secretos de un matrimonio, como si este filme se señale argumentalmente y el otro fuera el referente en la realización de algunos momentos, y en especial el momento del juicio donde ambos rostros dominan la escena. El puente entre uno y otro filme sería el cine de Woody Allen, cuya obra anterior de Baumbach posee gran afinidad. De esa manera la dureza del filme se suaviza pero no desde, en cuanto está el hijo por medio, planteamientos lacrimógenos, si sentimentales como lastraban Kramer contra Kramer. La repetición de Halloween o la divertida secuencia en la que la hermana de Nicole debe entregar la demanda de divorcio a Charlie son buena prueba de ello. Por otra parte los tres momentos que transcurren, en diversos años (la película hábilmente juega con el tiempo narrativo) son definitorios para mostrar las propias relaciones de los personajes con el hijo, así como los tres se van adaptando a la nueva situación, punteada además con una serie de elementos simbólicos como es el disfraz elegido por Charlie en dos de los momentos, nada menos que el de hombre invisible y el de fantasma, clara definición de lo que supone su presencia en ambos momentos. El final, en otra de las fiestas, el panorama ha cambiado, aceptando todos su papel en una historia sin retorno, pero de la que queda un recuerdo y una historia existente, amorosa, imposible de romper y que (al igual que ocurre en Dos en la carretera) se presenta por pequeños detalles, mostrativos del conocimiento del uno por el otro, de lo que marca una relación de años. Hay varios en el filme cerrados en el final ante los cordones sueltos de los zapatos de Charlie, indicados y atados por Nicole.
Sería la presencia de los abogados, aunque no de la misma forma, lo que llevaría a enlazar el filme con La guerra de los Rose. Una presencia conducente a una especie de batalla generalizada. Dos abogados devoradores, odiosos en dos roles muy diferentes, y dispuestos a aplastar a las partes contrarias interpretados por Laura Dern (Nora) y Ray Liotta (Jay). Ante su destructora profesional poco puede hacer la humanidad solitaria del tercer abogado (Alan Alda/Berz) en liza, desplazado ante su poco poder. Sus formas de tratar a los clientes es distinta, pero la misma a la hora de imponerse, en una lucha sin cuartel, en el juicio.
Es admirable, por ejemplo, la forma en que Nora seduce profesionalmente a Nicole: no está detrás de una mesa, se presenta próxima a su cliente sentada en un sofá, en el que, después de quitarse los zapatos, se acomodará la abogada, mostrándose próxima, engatusando a su clienta a la que no va a dejar escapar. Una de los grandes momentos del filme tiene lugar entre ambas mujeres, centralizado en Charlie y su explosión sobre su vida/existencia. Instante en el que la cámara, desde los primeros planos de Scarlett Johansson cantando, pasará a un movimiento de cámara y personaje por la habitación en la que Nora hace de espectadora. Secuencia, como he indicado, brillante donde sobresale también la enorme interpretación de la actriz protagonista: instante planteado, incluso, como una representación acorde con el sentido de actriz/espectáculo que señala el filme.
Si Nora engatusa desde una premeditada cercanía a Charlie, Jay es todo lo contrario, el gran abogado con muchos empleados, distante, sentado en su silla, recibiendo a distancia a sus clientes. Es imponente en su presencia y en su actuación como se demuestra en la citada escena del juicio donde salen a colación de forma sorprendente para uno u otro de los protagonistas, depende de cuál sea, hechos dolorosos vividos por ambos y creídos como personales, pero nunca lanzados como dardos envenenados hacia el otro como puede ser el recuerdo de la discusión para llevar al hijo en la silla del coche.
Cerca del final, en un pub, Charlie canta una canción. Antes, en el despacho de Nora, Nicole también ha cantado otra canción. Ambas canciones vuelven, de una manera, aunque no únicamente, a mostrar la sintonía, o unidad no rota, a pesar de todo, de la pareja. Se tratan de dos canciones procedentes del mismo musical, Company (Compañía), estrenado en Broadway en 1970 con música y letra de Stepen Sondheim, ganadora a seis premios Tony (los premios teatrales concedidos anualmente a las obras presentadas en Broadway) de los catorce de sus nominación, entre los seis obtenidos estaba el del mejor musical de aquel año. Lonny Price, en 2011, dirigió la película basada en ese musical. El musical cuenta la historia de un hombre soltero de 35 años rodeado de amigos casados, y que anhela encontrar alguien con quien compartir su vida.
La canción de Charlie quiere, como contrapunto a la de Nora, muestra la brasa que queda de un amor, que a pesar de todo y de todos, ha existido y que aunque roto, aún sigue presente. Entre otras cosas la canción dice: Siempre estaré ahí, tan asustado como tú, para ayudarnos a seguir viviendo. Podía ser el final, cuenta con un pequeño epílogo, de un brillante filme sobre el amor y el desamor, la desilusión y la ruptura, la amistad y la distancia, sobre, en definitiva, la vida.
INTEMPERIE (3) de Benito Zambrano
Con trasfondo de western
Benito Zambrano (Lebrija, 1965) ha realizado muy pocos largometrajes desde su interesante debut con Solas hace casi veinte años. Éste es el cuarto que realiza, al que habrá que añadir unos cortos y su miniserie televisiva de Padre coraje (2003). Intemperie se basa en una excelente novela de Jesús Carrasco sobre la que Zambrano se ha permitido una serie de libertades como es, entre otras cosas, la localización de la historia en un determinado tiempo: la posguerra española.
No vamos a plantear aquí la relación entre una novela y una película, ambas son cosas diferentes, de forma que un director de cine puede entrar en una novela, o una obra de teatro, y tomar elementos de ella para su película.
La película nos habla de una región asolada, magnificas las localizaciones de espacios abiertos, por la pobreza, el hambre y el dominio de los grandes señores, los caciques envalentonados por haber ganado una guerra (en Sordo también el western sirve como canalizador de la guerra civil española), lo que les permite subyugar aún más a los que consideran sus esclavos. De ahí el gran señor, ladrón y violador, tomador de trabajos y de niños para su provecho.
El filme muestra, insinúa, sugiera, más que mostrar o explicar, las relaciones entre los personajes, la huida del niño sometido a la barbarie del cacique con el fin de llegar a la ciudad que se le presenta como su salvación.
En ese espacio abierto donde transcurre la acción el encuentro con un pastor trashumante (excelente Luis Tosar alejándose, por fortuna, de ser el Luis Tosar de siempre) con el que se propiciara una amistad en un camino iniciático que llevará al niño a superar sus traumas y convertirse en adulto.
Perseguidos por el caciques, el capataz y sus hombres, Intemperie, en su camino iniciático, persecución, enfrentamientos, duelos, sigue la senda del western en el que se funde en total armonía el clásico con el renovado de Sergio Leone. En este sentido la película nos lleva a recordar el muy interesante filme (también un claro, y muy interesante, acercamiento, desde la distancia espacial al género) jordano-francés, Lobo (2014) de Naji Abu Nowar, ya que ambas señalan un proceso de crecimiento de un niño en un camino, que en su realidad, encierra un claro simbolismo.
Si los retratos de los dos protagonistas y toda su relación está muy bien trazada, no se puede decir lo mismo de los personajes malvados, demasiado esquemáticos y, por tanto, perdidos en el relato. La necesidad de Zambrano de localizar la película en un espacio concreto, planteando también la zarpa de los vencedores en el conflicto, impide que intemperie vuele más alto.
Sea como sea, es un filme muy interesante, tanto en cuanto al realizador, como para el actual cine español, escasamente brillante, asumido en el fácil acomodo de comedias rentables e insulsas. Una, además, buenas maneras de utilizar un espacio como referencial de aquel otro del otro lado del charco donde tantos y tan maravillosos western se han realizado, con independencia de los excelentes que filmase, no muy lejos de los parajes donde transcurre Intemperie, Sergio Leone.
LA HIJA DE UN LADRÓN (3) de Belén Funes
Sobre la vida de una joven
Un filme que puede descolocar a los espectadores por su simpleza y la ausencia de explicaciones o motivaciones de los personajes. Y es que, simplemente, de lo que se trata es de mostrar el itinerario de una joven, tratando de vivir como puede con sus problemas a cuesta, en la España de hoy (la no-historia transcurre en Barcelona), donde la realidad va más allá de lo que marcan las luces de neón, el consumo excesivo o, donde los problemas políticos, llevan a olvidar la realidad del día a día de aquellas personas que luchan por sobrevivir.
No hay, pues, aquí, una historia en un sentido tradicional, ni siquiera hay un comienzo, ni menos un cierre. Se trata de observar un tramo, un periodo de tiempo, en la vida de una mujer siempre en movimiento, tratando de buscar más empleo, de luchar contra su padre por la custodia del hermano, de tener que sacar adelante a su hijo pequeño, de sus problemas en el trabajo y sus pequeñas alegrías, celebraciones e ilusiones. Una realidad donde, al menos, se encuentra la unión o compañía de los que como ella tratan de abrirse un camino en el día a día.
Sobre los letreros de crédito iniciales y finales dominan conversaciones y ruidos como el muestrario complejo de una ciudad donde no existe el silencio necesario para escuchar los conflictos que aquejan a aquellas muchas personas lanzadas al torbellino de la ciudad.
El debut en el largometraje de Belén Funes, en la estela de los filmes de los hermanos Dardenne y en especial de Rosetta (1999), es tan sugerente como brillante en su planteamiento de filme minimalista donde se obliga a mirar, se muestran acciones, hechos en escenas cortas, se mira a unos personajes tratando de documentar una realidad, algo tan simple como eso.
Esa hija del título, protagonista absoluta, robadora de cualquier plano, es Greta Fernández (1995), a la que se ha podido ver en series televisivas y en algunos pequeños papeles en cine, demuestra aquí ser una excelente actriz. El padre,en la película lo interpreta Eduard Fernández ese gran actor, padre, en realidad, de Greta. De tal palo, sin duda, tal astilla.
STAR WARS: EL ASCENSO DE SKYWALKER (2) de J. J. Abrams
Pura aventura en el ¿final? de la serie
En 1977 se estrenó el primer episodio de La guerra de las galaxias que se retitularía Una nueva esperanza. El director era George Lucas, creador e impulsor de la serie que contaría con tres trilogías (más algún otro filme suelto y pegado a los otros como se tenga a buen entender). La primera sería la intermedia. La segunda una precuela y la tercera, la última en estrenarse y con la que se ¿clausura? la serie, y de la que ahora nos llega El ascenso de Skywalker donde la última descendiente, ¿presidenta de la República?, enterradora de las espadas guerreras, toque feminista de la serie, Skywañker es claramente Rey, el personaje que representa la fuerza, negándose a ser engullida por el lado oscuro.
Por encima de la trama enormemente complicada de los de un lado y los del otro, del Imperio y de la República, de personajes nuevos y viejos (hasta Harrison Ford se permite un cameo), de relaciones parentales entre la luz y la oscuridad o de dar vueltas para llegar a lugares parecidos (aquel yo soy tu padre que el caballero oscuro suelta al héroe en la mejor película de la serie, El imperio contraataca, segundo título de la primera entrega, 1980) al, sorprender al espectador (no tanto) con la verdad sobre quien es, en realidad, la chatarrera Key y que a muy pocos puede sorprender; por encima, insisto, de todo ello, está última entrega es puro divertimento, acción propia de una película de aventuras donde pasen muchas cosas, se eviten en gran medida las luchas entre naves, y se centre en los personajes principales, sus luchas y la necesidad de llegar a un final donde el bien/luz, ¡faltaría más!, gane al mal/oscuridad gracias a que los buenos son muchos y todos ellos se unen para aplastar a los malvados. La República puede respirar, el menos de momento, tranquila. Y si no hay estará Key y los suyos, robots incluidos, para que, bien ellos, o los sucesores Yedi venga para salvar al mundo. Todos, pues, tan contentos.
Tal aventura elevada, aquí a gran altura, se centra en ello, guión inverosímil aparte. Y se disfruta asistiendo a las luchas y a las idas y revueltas de la historia, con sus sorpresas, sus nuevos robots, nuevos mundos y nuevos (curiosos) personajes donde no hay, entre la luz discrepancia entre razas y sexos. Lo políticamente correcto funciona de maravilla.
Divertida, para pasar un rato sumido en el recuerdo de aquella serie que naciera hace más de veinte años y que hoy sigue encandilando a los espectadores de aquí y de allá y donde los niños, conducidos además con todo lo que serie lleva tras ella (juegos, videojuegos, productos de todo tipo) les convierte en felices admiradores de la legendaria serie que transcurre allá en una galaxia muy, muy lejana.
Sea como sea un cierre mejor de lo esperado después de la anterior, y desilusionante, Los últimos Jedi.
¿Habrá terminado de verdad la serie? ¿Habrá otros añadidos colaterales como los que supusieron Rogue One y Hans Solo? Esperemos acontecimiento. Mientras tanto que la fuerza os acompañe
Escribe: Adolfo Bellido López