Por primera vez vamos a Madrid en el nuevo AVE de dos piso, el OUIGO, en el piso de abajo, en el que viajamos, no se nota vibración alguna, es como si el tren se deslizará. Eso sí, como contrapartida, la mayor parte de las maletas deben ir al fondo colocadas en forma acumulativa, unas sobre otras. En la parte de arriba de cada vagón hay una amplísima cafetería de un lado, en el contrario, otro compartimento, quieras que no, para pasar de un vagón a otro sólo se puede pasar a través de la cafetería. Es un tren rápido y hoy por hoy barato, que se une en el trayecto a otras dos compañías AVE. Es el comienzo de la nueva, y pequeña aventura, viajera, la penúltima de este curso donde nos dirigimos a tierras salmantinas y cacereñas.
El tren nos deja en la estación de Chamartín-Clara Campoamor, que se encuentra en obras y cómo, de momento, parece común para llegar al coche, que nos espera tenemos que recorrer un no muy corto trayecto, entre andamios, arreglos y pequeños obstáculos. Sin novedad partimos para nuestro primer destino
LAS PEDRIZAS. MANZANARES EL REAL

En los trayectos diarios en coche a los diferentes lugares que visitaremos, se hará una breve semblanza de un autor que haya vivido o tenga relación con el lugar acompañando el pequeño bosquejo vivencial con una pequeña frases que conlleve una reflexión. Será en este pequeño recorrido la escogida Clara Campoamor, como lo será Fernando Arrabal en el trayecto hacia Ciudad Rodrigo (allí vivió el impulsor del teatro pánico los primeros años), León Felipe en la Sierra de Francia (también fue en sus primeros años cuando viviera en una pequeña población de estos lugares, la localidad de Sequeros), Luis Buñuel (por el documental Tierra sin pan que rodaría en tierras hurdanas) y Carmen Martín
Gaite, ya en el regreso, y pequeña parada en la capital salmantina, ya que en ella nació la altura.
El primer destino nos conduce a visitar el esplendido castillo-Palacio de los Mendoza. Toda una sorpresa. Reformado, claro, pero con una reforma inteligente. Su patio, almenas, salas palaciegas tienen historia y encanto. Desde lo alto el paisaje es sensacional. El pueblo se extiende a sus pies. Ha crecido mucho, difícil pensar, aunque las montañas del fondo si son un claro recuerdo, que en este lugar se rodaron los primeros western conocidos como spagetti-western a comienzos de los años cincuenta. Hasta en esta zona se rodó parte del primer western del gran Sergio Leone, Por un puñado de dólares; la otra parte se rodó ya en tierras almerienses donde este tipo de western tuvo su gran asiento (no sólo ya que poblados western, para el rodaje de las casi seiscientas películas del género realizadas en la década de los sesenta, también surgieron en Espluglas de Llobregat, Guadix, los Monegros…).

No, no apareciera nadie vestido de vaqueros por la zona en su lugar, conducidos por sus maestros, y, se supone a la conquista del castillo, iban unos niños vestidos de época con sus profesores cuya vestimenta no lo era menos. Un simpático detalle.
Carretera adelante y a comer que en Arévalo nos esperaba un exquisito tostón (en otras zonas se le conoce como cochinillo) o, los que no gustan de tal delicioso manjar, una suculenta pierna de cordero. Sería la primera de las no buenas, sino excelentes, comidas que degustamos en todo el viaje.

CON CIUDAD RODRIGO AL FONDO
Terminada la comida, nuevamente en el autobús, enseguida nos paramos en MADRIGAL DE LAS ALTAS TORRES, el pueblo donde naciera Isabel la Católica, en cuyo lugar hoy existe un convento de monjas. Pueblo que muestra como el tiempo lo ha ido relegando al olvido. Sus calles están vacías, como la de muchos de las localidades que visitaremos. Sorprende agradablemente ver como sus nuevas construcciones siguen el esquema antiguo. Sobresale la impresionante torre de una de sus iglesias de estilo mudéjar. Al otro lado se asoma tímidamente otra iglesia, esta de claro estilo románico. Como se estila en España, a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, en Portugal, Italia y Francia, las iglesias están cerradas.
En pocas horas nos ponemos en Ciudad Rodrigo. Al fondo, en el camino, ya cerca de nuestro destino, sobresalen las torres salmantinas de la Catedral Nueva, de la Clerecía, de San Esteban, que parecen acariciar el cielo.
Ciudad Rodrigo de Salamanca, hoy, unida por una autovía, se hace, el trayecto, enseguida. En la antigua mirobriga, enfundada en su muralla, sobresale la torre del castillo de Enrique II de Trastámara y también la de su hermosa catedral. La muralla se puede recorrer en toda su totalidad, mejor dicho hasta y desde el castillo, situado en la muralla como una gran atalaya que mira al exterior.

Uno que, en su juventud, conoció y vivió en la ciudad (eso sí, fuera de las murallas) y donde fue profesor en su inmenso instituto de cerca de dos mil alumnos durante tres años, al recorrer la ciudad camino del Parador donde nos alojaremos (el bus no puede entrar en la ciudad pero las maletas son llevadas en coches o furgonetas a nuestra lugar de alojamiento) se siente triste. Aquel lugar, dentro de la muralla, donde había vida, paseaban sus gentes, frecuentaban, en el obligado tapeo, los clásicos bares, hoy aparece solitaria, silenciosa, triste. Sus cines, en uno de los cuales inicie la etapa de cineclubs con centros educativos, el Cine Madrid y el Teatro Nuevo, ya no existen, aunque el teatro Nuevo, hoy llamado Teatro Fernando Arrabal, de tarde en tarde ofrece alguna representación. Cuando esa tarde intento orientar a algunos compañeros por los bares de entonces, compruebo que no existen o que sólo, convertido casi únicamente en restaurantes, abren sólo por la mañana. Sólo en su hermosa Plaza Mayor funcionan algunos bares-restaurantes. La población se ha instalado fuera de las murallas, como alguien nos dijo, dentro sólo viven los jubilados.

De toda formas, la visita que al día siguiente se hará, dentro de la muralla, a la ciudad lleva a comprobar su antiguo esplendor con sus palacios, casonas, iglesias, donde hasta sorprende el edificio, actual, de correos, que se encuentra en situado en lo que fuera una casa noble. Y no digamos la Catedral con su impresionante pórtico en una de las entradas, al estilo de los de Toro, La Guarda, Orense y su curioso coro repleto de elementos eróticos con sus agarramos, que representan auténticos falos.


El recorrer la muralla, sobre todo la parte que lleva, por el oeste, desde el Parador a la Catedral, es gratificante, sobre todo si además se realiza el paseo a la puesta del Sol con todo el paisaje extendiéndose a lo lejos. Aquí anochece tarde, y por tanto amanece también tarde. El atardecer tiene lugar más allá de las 21:30. El paseo, por el otro lado de la muralla, no es igual, ya que, en parte, se cierra bastante, en algunos sitios, entre las casas y la muralla. Sea como sea merece la pena.
Lo triste es que aquí dentro de la muralla, como he dicho, actualmente no existe casi vida, toda ellas se ha trasladado fuera de la muralla, en la zona opuesta al castillo, debajo del cual trascurre plácidamente el río Águeda, que pasa debajo de un falso puente romano, y baña los límites del arrabal, allá, muy al fondo de la muralla
POR LA SIERRA DE FRANCIA
Ciudad Rodrigo está en un lugar estratégico dentro del triangulo que forman una de las serranía salmantinas, la Sierra de Francia, la región cacereña de Las Hurdes y el límite fronterizo con Portugal. El segundo día de estancia, por la tarde, después de una excelente comida en un restaurante de Ciudad Rodrigo, fuimos a visitar una de las localidades más bonitas y auténticas de la Sierra de Francia. Digamos que el nombre tan peculiar de esta sierra, no tiene otro misterio que el ser repoblada en época medieval por franceses llegados con las tropas de Raimundo de Borgoña, casado con doña Urraca, hija primogénita de Alfonso VI de Castilla. El estilo francés en la construcción de las casas, aún se puede apreciar perfectamente en las casas de muchos de los poblados de esta sierra y muy especialmente en La Alberca, pero esta localidad, la más conocida de la zona, se ha vuelto demasiado volcada hacia el turismo, de ahí que más auténticas resulten otros lugares como Miranda del Castañar o este sorprendente, y poco conocido, San Martín del Castañar. Da gusto pasear por sus calles, contemplar sus casas, visitar lo que queda de su castillo o admirar su curiosa plaza de toros que algunos cronistas dicen ser la más antigua de España. Una de las curiosidades de este lugar es contemplar como cada jardinera, muchas a lo largo del pueblo, tienen escritas unas frases, y en ellas destaca una palabra en blanco, destacada de esta forma para señalar la particularidad que posee esa palabra, típica de esta localidad indicada así tanto para darla a conocer a los visitantes para que cale en los niños nacidos en este sitio con el fin de no perder esas palabras propias. Una gozada de población.
No hay tiempo para asomarse a Sequeros, aunque lo único destacable de esa localidad sea su mirador de la Cruz desde donde se distingue, en una amplia extensión de terreno, la cercana Sierra de Béjar. Realmente no es necesario acercarse allá, ya que desde la carretera, en el bus, se puede perfectamente dominar esa extensión de terreno. Ahora, pues, nos espera una pequeña visita a Monsagro. En el trayecto, de pronto la gran belleza paisajística, queda borrada por la desolación del enorme incendio que asoló esta región el pasado verano. Miles de hectáreas ardieron, dejando el paisaje reducido a la… nada.

En Monsagro estaremos poco tiempo, simplemente para contemplar algunas de las muchas casas que han sido construidas, en toda la población, con piedra repleta de fósiles. Llaman a esta zona el mar de Salamanca. No es para menos. Después a cenar, la mayoría, en la Plaza Mayor de Ciudad Rodrigo, ya que pocos sitios hay abiertos. Algunos probaran el producto típico de la zona, el farinato, otros lo harán en el excelente desayuno del Parador acompañado de unos huevos fritos (el farinato aparte de poder tomarse como pincho, se puede utilizar, al igual que el pan, en los huevos fritos: riquísimo).
POR TIERRAS DE PORTUGAL
Hoy dicen que lloverá por la tarde. De momento luce el sol. Las cosas no salen como uno quería. El conductor no sabe cómo subir al centro de Belmonte, coronada en su mismo centro, por un castillo y una importante iglesia, y nos deja que las ganas de poder ver tales monumentos, así que nos vamos a Guarda donde también tenemos algún problema con el bus, que, por fortuna resolverá un coche de la policía local que casualmente aparece. En Guarda haremos una visita local con la misma guía (bastante buena) que hizo el recorrido el día anterior por Ciudad Rodrigo. Paseamos la ciudad contemplando lo poco que queda de sus murallas o de sus antiguas puertas, el importante barrio judío y, sobre todo, su sorprendente catedral con su original retablo mayor, la subida a la parte superior, sus impresionante columnas retorcidas. Nos despedimos de la guía. Hablo con ella de alguno de los mejore amigos que tanto Elvira como yo tuvimos en Ciudad Rodrigo y cuyos hijos fueron alumnos nuestros. La guía conoció al matrimonio, los Pellicer, muy bien, uno de sus hijos sigue viviendo en la ciudad. Le decimos le de recuerdos de nuestra parte. Vuelven los recuerdos a bombardearte, los mismos que me llevaran a buscar, en uno de los días de esta estancia, el lugar donde vivimos en aquellos años, y que cuesta encontrar escondido entre muchas nuevas casas.
Otra excelente comida y… adiós tarde. No nos atrevemos ir a las pasarelas de Mondego, a recorrer, los que quisieras 2 kilómetros de los 17 que tienen, atraviesan gargantas cercanas a Guarda, y no nos atrevemos porque el día se está nublando y comienzan a caer las primeras gotas al salir de comer. Optamos por dirigirnos a la ciudad fortificada (portuguesa) de Almeida. Una gran puerta, un foso y otra gran puerta se atraviesan para entrar en la ciudad. Al salir por la seguridad puerta no llueve, diluvia, lo que nos lleva a desistir del empeño a casi todo el grupo. Menos mal que algunos, un matrimonio, retrasado llega más tarde… con un móvil que acaban de encontrar en el camino y que es de uno del grupo que no lo encontraba. La llamada desde el bus encendió la llamada y la luz atrajo a la pareja que recogió el móvil. Ya me dirán si eso no es suerte y es que a veces el azar funciona.
La lluvia es intensa en el regreso al Parador, menos mal que ese día tenemos la cena en el propio Castillo. Una cena excelente, animada y juguetona donde la mayor parte de las mujeres (siempre en mayoría en las excursiones) decidieron presentarse con diferentes tipos de pañuelos enrollados en sus cabellos. Todo ello sirvió para animar aún más la noche.

LO QUE NO PUDO SER
Sólo llovió por la noche. Por la mañana pronto, incluso antes del desayuno, apetecía salir y dar un vistazo desde la muralla alrío. Algunos lo hicimos y descubrimos un paisaje de cuento. La niebla en girones, como algodón se extendía por debajo de nosotros creando un efecto de gran fantasía. Era una visión de gran belleza. Lo mejor de un día que se presagiaba excelente en cuenta a conocimiento de una zona y se quedó en muy poco. Entramos en Las Hurdes, visitamos alguna localidad, sin demasiado interés como Pinofranqueado, vimos unos paisajes maravillosos, en Las Mestas, una gran parte pudimos contemplar un lugar excelente con una de las numerosas piscinas naturales, mientras el comerciante de la pequeña localidad se esforzaba en que viéramos no sé qué vídeos promocionales de sus productos y nos regalaba caramelos de miel. Lo peor era saber que en aquel juego estaba metido el conductor (nunca, en ningún viaje, nos ha pasado algo así) que posteriormente en el pueblo donde comimos (otra gran comida) dijo no poder subir con el bus, ante el criterio de los empleados del restaurante, al mirador de donde se denominaría sin duda una de las más hermosas vistas de las Hurdes con el meandro de Melero abajo. La única solución era hacer el trayecto caminando, en total, entre la ida y la vuelta, más de dos horas. La mitad de los viajeros no harían esa caminata. ¿Qué hacer? ¿Dejar allí a todos ellos en el restaurante durante todo ese tiempo y la otra parte, menos de la mitad, subir? La decisión fue clara: no podía hacerse eso, con lo que nos quedamos sin ver aquella maravilla. Ya que en el camino de regreso se podía, entre las diferentes rutas, pasar por La Alberca, fuimos allí y los que no conocían esa población pudieron admirarla a pesar de su ambiente demasiado turístico. Pero, realmente, no era lo mismo. Una lástima. Fue el punto negro de la excursión, ese que uno no quiere se produzca pero que, la mayoría de las veces, asoma su feo rostro.
… Y SALAMANCA
El último día pasamos la mañana en Salamanca. A los que quisieron, al ser salmantino, haber llevado varios viajes a la ciudad donde nací y de la que conozco cosas, incluso, poco conocidas, les hice un recorrido de cerca de tres horas por la ciudad salmantina. A las tres de la tarde salimos para la estación donde otro AVE Ouigo nos llevaría a casa dando por terminado un viaje deslucido por las cosas que he indicado, pero en el que también quedan en el recuerdo otros excelentes y donde como siempre primo la amistad y la alegría.
Escribe: Adolfo Bellido
Imágenes: Elvira Ramos