INFILTRADO EN EL KKKLAN (2) de Spike Lee.
El racismo que no muere
He aquí un suceso insólito, pero, así se indica, basado en hechos reales: un policía de color obtuvo el carnet del KKKlan. Todo tiene su truco, claro, que es lo que revela el filme, una más necesaria que importante, película de Spike Lee (1957), la última que ha realizado y donde, en parte, vuelve a mostrar que su cine aún cuenta. Su última película destacable fue Plan oculto (2006). Su labor en el campo de la realización (cine, televisión, documentales, cortos, spot…) es grande hasta el pinto que hasta el momento contabiliza más de ochenta realizaciones (el primer corto es de 1979, el primer largo.- Nora Darlong- de 1986). Defensor de los derechos de su raza como ciudadanos de los Estados Unidos, su cine deriva casi siempre, hacia lo que podíamos denominar un panfleto. En este caso no escapa un ápice de lo que es esa defensa y, por tanto, sus planteamientos ideológicos Eso sí, lleva a cabo su trabajo, y en el caso de esta película, con eficacia, dignidad y, por momentos, con mucha brillantez. Su película es una denuncia de unos medios, y del cine, como vehículo propagador de ideología. Una denuncia que le sirve para invertir los papeles y hacer de plantear su cine, y en el caso actual de este filme, como una contestación, desde los mismos planteamientos que critica, a ese tipo de cine. No sólo a El nacimiento de una nación (1915) de Griffith. presente siempre como ejemplo del más profundo racismo, a pesar de ser una gran obra de cine, sino también al cine en general. De ahí su inicio con una secuencia de Lo que el viento se llevó.
La historia del policía negro protagonista, el primero de color que accede en la ciudad a ese puesto, está centrada en su actuación como coordinador, al igual que un director de cine, de una trama que lleva y conduce intentando que nada se le escape al manejar a otra persona como si se tratase de él mismo. El protagonista dicta la actuación en todo momento a su actor. Y su actor trata de ser consecuente con la actuación que se le propone evitando, aunque no siempre sea posible, salirse de su papel.
Los mejores momentos del filme se concentran en la media hora final al mostrar los rituales de admisión del candidato a la secta, una especie de bautismo y a la posterior narrativa en paralelo del KKKlan asistiendo, como chavales, a la proyección de la citada película de Griffith (aplaudiendo, gritando, ensalzando a los blancos, increpando a los negros que allí salen) mientras que en paralelo tienen lugar las escenas del frustrado atentado y de las acciones que se llevan a cabo para conseguirlo. En estos momentos, Lee, siguiendo la estructura del filme de Griffith procede a darle otro sentido.
Pero ese aplacible final no lo es tal y de ahí que el filme vaya más allá de una época, de unas reivindicación al mostrar los terribles sucesos que en una ciudad americana tuvieron lugar en el cercano 2017 con una marcha fascista contra judíos y negros, una demostración del poder de la raza blanca, a la que se enfrentaron manifestaciones contrarias y donde la policía arremetió duramente. Todo aquello se saldó con numerosos heridos y un muerto. Una persona en contra del racismo: mujer de raza blanca. Esas escenas finales se remarcan con el lamentable discurso del no menos lamentable actual presidente de los Estados Unidos. El odio sigue presente en los Estados Unidos. Y no sólo allí, como si se hubiera perdido el concepto del tiempo, la deriva a la que llevaron en el pasado los movimientos fascistas. En ese sentido el director lanza una llamada contra ese auge, esa realidad que está ahí, y clama contra ello y, es lo mismo, contra el odio. Aunque sólo fuera por ello la última película del realizador de Malcom X, ya sería importante. Pero lo es por eso, y por mucho
Sin fin (2) de los hermanos Estebán Alenda
Un viaje en el tiempo.
Los hermanos Alenda (Cesar y José) después de realizar varios interesante cortometrajes, dirigen su primer largometraje. Es, ésta, una buena época, o al menos así lo parece, para el cine español. Basta con echar una mirada a los estrenos semanales y comprobar la cantidad de filmes españoles que acceden a las salas, varios de ellos, además, son operas primas. Hay de todo claro en este conglomerado de títulos que nos llegan pero este resurgir de nuestro cine, es, en si mismo, importante.
La película de los hermanos Alenda, realizada con muy escasos medios, narra un sorprendente viaje por el tiempo con el fin de enfrentar presente y pasado, tratando, casi inútilmente, de volver a recuperar aquel pasado convertido hoy en un vulgar presente donde todo lo previsto, sobre todo el amor, la ilusión, el sentido de un primer viaje hacia un futuro maravilloso, ha quedado reducido a unos gestos repetitivos a una vida centrada en una aburrida cotidianidad.
Arriesgada propuesta la del filme, que, desde un inicio balbuceante, aunque más por los pocos medios con los que se cuenta (la ridícula máquina del tiempo), va ganando interés hasta desembocar en un, eso, no final porque el final está más allá de la propia película.
Lo interesante es esa forma de interaccionar los tiempos y ver el cambio producido y su intento de recuperar el tiempo perdido. Algo imposible como señala el final, por otra parte abierto en su significado.
Si presente y pasado están bien engarzados produciendo el continuo diálogo ante las heridas del tipo que sea producidas por el tiempo, no tiene tanto sentido la presencia del futuro a través de la presencia, más allá del tiempo, del protagonista. Quizá para dar ese sentido de perdida, de imposibilidad de rescatar el pasado, pero eso está claro a lo largo del desarrollo del filme.
Hay que decir que la película de los hermanos Esteban Alenda surge del cortometraje que realizaron en 2014 de 30 minutos (Not the end) con el mismo tema y los mismos protagonistas. Algo muy frecuente, hacer un largo de un corto, en todas las cinematografías. La verdad es que quizá el filme se resiente de eso, de ser una historia mínima pero aun así se trata de un filme interesante y lúcido, que simplemente con do actores, ambos en estado de gracia (María Leon y Javier Rey), y con escasísimos medios, han conseguido una interesante película sobre el encuentro amoroso y las hedidas que el tiempo produce. Y es que al fín y al cabo, Sin fín, como toda historia siempre incapaz de tener un claro final, habla del tiempo.
Escribe. Adolfo Bellido