DOS PRODUCCIONES DE NETFLIX
La balada de Buster Sruggs (3) de los hermanos Coen
Un repaso al western
Los inseparables e interesante hermanos Coen primero quisieron hace una especie de resumen de los temas predilectos del western a través de seis capítulos de una hora. Posteriormente redujeron ese proyecto a la realización de una sola película conteniendo seis capítulos de muy diferente duración pero evitando tuviese una duración excesiva (unos 130 minutos), eso si el destino o, como se quiera, la producción iban a corresponder a una plataforma digital, Netflix, primer proyecto de realizar películas con directores importantes. El segundo título, con muchos premios, y lo que le caerán en los próximos meses, ha sido del mexicano Alfonso Cuarón. El tercero, recién acabado, ha correspondido a Martin Scorsese con El irlandés, la primera de las tres películas interpretada por grandes actores, ya que cuenta (el filme de Scorsese) con Robert De Niro, Al Pacino. Joe Pesci o Harvey Keiter. Todos estos títulos, salvo que se decida estrenar en salas cinematográficas, serán explotados a través de la plataforma productora, es decir Netflix.
Los seis episodios de los Coen quieren ser algo así como La conquista del oeste al tratar cada uno de los episodios un tema inherente a las películas del oeste. Recordemos que los Coen no hace mucho rodaron su primer, e interesante, western Valor de ley, mucho más una versión distinta de la novela de Charles Portis que un remake de la película, del mismo título, realizada en 1969 por Henry Hathaway.
Los seis episodios presentan, de acuerdo al orden de los seis episodios, al pistolero, el forajido, los cómicos ambulantes, los buscadores de oro, las caravanas y la diligencia. Por supuesto unos mejores que otros. Conjunto irregular con buenos momentos. El primer episodio, el del pistolero, resulta muy divertido con (a imitación de los pistoleros del cine más antiguo, Tom Mix, por ejemplo, siempre vestido de blanco y, en este caso, muy afín a lo que es el western, cantando la balada del título) elementos propios del cine de animación de los años cuarenta (algo que ya aparecía en algunos de sus títulos anteriores y de forma especial en Arizona Baby). El cierre, hasta cierto punto, aunque de forma humorística, se relaciona con el final de la película.
Bien el episodio del forajidos, también con elementos cómicos, un buen final y, ¡como no!, homenaje al Sergio Leone de Por un puñado de dólares. El tercer episodio, el de los cómicos, es el más flojo. No se entiende demasiado la inclusión en el filme de esta especie de La parada de los monstruos. El cuarto, el del buscador de oro, alargado y escasamente verosímil. El quinto, dedicado a las caravanas es todo un clásico del género que bebe ya desde La caravana de Oregón (1923) de Cruze hasta referentes del western como pueden ser, y no sólo, Caravana de paz (1950) de Ford, Caravana de mujeres (1951) de Wellman. Protagonizada por una mujer y un perro es el episodio más largo y también el mejor trazado donde, como es lógico, también aparecerán los indios y donde el elemento dominante (todo el filme orbita a su alrededor) es la muerte, algo que se encarga de rematar el último episodio, el de la diligencia, transportando a diversos personajes de raza, oficio y sexo, conduciéndose hacia… la muerte. ¿Se trata de cerrar, acaso, la película con una alusión a la muerte de un género? ¿Acaso intenta reflejar la transformación del western? Las referencias, homenaje, de cualquier forma a Ford (La diligencia) y a Tarantino (Los odiosos ocho) es clara. Y es que, sobre todo, el filme, con sus altibajos brinda por el western y los grandes directores que han dejando su testimonio en muchas de esas películas. Lástima que la plataforma digital que ha producido la película, y por tanto la forma de verse a través de proyecciones televisivas, y no en la gran pantalla que exige el formato utilizado por los Coen. Lo que, en definitiva, impide valorar el filme en su exacta dimensión.
ROMA (3) de Alfonso Cuarón
¿Una obra maestra?
¿Estamos ante la maravilla de las maravillas? ¿Es la película, no del año, sino de muchos años? ¿La Roma de Cuarón es cine con mayúsculas e incluso va más allá del cine actual? ¿Se trata de un filme sobrevalorado? ¿De dónde viene su éxito o el rendirse a la, más bien falsa, naturalidad, belleza, simplicidad o…a la crónica realista de unos hechos donde se une lo individual-los recuerdos de Cuarón-con lo colectivo-lo ocurrido en el país?
Sorprenden las diversas alabanzas (excesivas) lanzadas sobre el filme por muchos críticos y estudiosos del cine y los premios (excesivos que está recibiendo). Decir, por ejemplo, que es una obra maestra es absurdo, entre otras razones porque nadie en su sano juicio puede afirmar de una obra artística actual que forma ya parte de las intocables obras maestras. Algo que sólo el paso te tiempo la coronará con tal gran honor. Películas, por citar algún caso entre varios, como las ya inmortales Centauros del desierto de John Ford o Vértigo de Alfred Hitchcock, no se recibieron con tanto incienso y menos se le otorgó el título de obra maestra. Al contrario también ha ocurrido
Roma cuyo nombre alude a un barrio de clase media, más o menos alta, de la ciudad de México trata de aunar la historia personal del realizador- sus años de niñez- con la realidad del país tomando con nexo unitario a la chacha familiar, lo que supone una incursión sentimental-personal-socio-política-crítica de una determinada época. Y aquí se comienzan a producir los problemas.
La disparidad de las clases sociales está dada de una forma demasiado elemental, una simpleza dada por el montaje alternativo de, por ejemplo, las fiestas de uno y de otros, algo además repetido hasta la saciedad también por el sentido de autoridad o de mandatos continuos cuando un leve movimiento de personajes o una mirada basta. Tomemos como ejemplo una escena casi al comienzo en la cual la familia entera (el personaje de la abuela resulta insostenible en un dibujo cercano a la caricatura), y poco a poco, se va incorporando al salón comedor para ver un programa de televisión, de forma que la chacha que comienza sentada en el sofá termina por sentarse en el suelo. Basta este desplazamiento, ser arrojada del sitio, para dar su desclasamiento dentro de la aparente unidad del grupo, es decir formar en la apariencia, pero no en la realidad, parte de la entidad familiar, por lo que sobra el hecho de que deba ir a buscar una bebida, se vea obligada a recoger los vasos, las cosas mientras en su caminar, para dejarlo más claro, siga mirando la pantalla de la televisión.
Si hay momentos conseguidos, como ese instante señalado, no se puede decir lo mismo de las impertinentes señales por las que se va conduciendo-dejando claro-al espectador la desgracia que acecha a nuestra protagonista. Citemos el terremoto en el hospital mientras ella mira la habitación donde se encuentran los recién nacidos o el cuenco de bebida que se cae al suelo rompiéndose. Distinto a otros instantes: la puerta que se cierra para ocultar la mala relación del matrimonio, la chaqueta que el acompañante deja en el cine cuando la abandona, la presencia del militar americano en el entrenamiento de los paramilitares.
La estética es excesivamente rebuscada, con unos planos muy compuestos, exageradamente bonitos de esos que le hacen a uno exclamar ¡qué bueno es éste realizador! ¿Eso es realmente lo propio de una notable realización? Una buena realización es aquella que se nota, que no grita sus excelencias, que se acopla a lo narrado, se pone en su función, no se encumbra a lo bonito por lo bonito. Su estética me recuerda en parte a la utilizada por Paweslowski en, sobre todo, Cold War.
La cámara ágil, bien movida, es más bien descriptica de los ambientes, antes que introspectivas. Los planos remarcan acciones o las anteceden como en la muy discutible del principio con la entrada del coche en la casa y los excrementos de las cacas de los perros en primer plano. ¡Vamos, sabemos lo que va a ocurrir y también la idea-torpe-que se desea transmitir!
¿Tiene momentos buenos? Sin duda. La represión de los estudiantes en la plaza de las tres culturas está muy bien contada, pero no así uno de los instantes finales: la falsa unión familiar después del salvamento del niño por parte de la chacha con ese rayo de sol del ocaso entrando-casualmente-por en medio de los personajes demuestra la falsa naturalidad de su enfoque.
Ganadora muchos premios, sin dudarlo por aquí y también en Estados Unidos. Lo cual, nacido en Mexico, no es solamente políticamente correcto sino además se premia a uno de los suyos, porque se ignore o no Cuarón es desde hace tiempo un realizador incorporado al cine norteamericano como demuestran entre otras Gravity y su filme para la serie de Harry Porter.
Otro problema (no inherente a Cuarón, también director de fotografía, sino todo lo contrario) del filme es el mismo, aunque de forma mayor, que posee la película anteriormente comentada de los Coen: su proyección está pensada para una gran pantalla no para un televisor por muchas pulgadas que tenga. La película de Cuarón de una estética muy elaborada, de una planificación demasiado forzada para mostrar de lo que él es capaz, es preciso verla en unas óptimas condiciones, esas que hoy las plataformas son incapaces de ofrecer hoy día.
Por cierto si son los que gustan de ver buenas series de televisión, no se pierdan La chica del tambor (6 capítulos), basada en la excelente novela de John Le Carré, dirigida por un realizador de la importancia del coreano Park Chan-wook (Old Boy, Stoker, La doncella) y habiendo sido producida por el propio Le Carré
Escribe: Adolfo Bellido López